sábado, 4 de agosto de 2018

Addis Abeba - Alem Tena 111 Km




 En realidad mi primer día fueron 121 Km y no 111, ya que cuando inicie el GPS en Addis Abeba no me di cuenta de que iba en dirección contraria a la linea del track previsto.
Mi trazado era desde el Norte de Addis hacia Alem Tena, un pueblecito situado nada mas pasar el lago Koka. En vez de empezar yendo haca el Sur me confié en seguir a linea del Track sin más y no me di cuenta de que iba en dirección contraria. Algo en mi intuición me hizo comprobar el track del GPS, al abrir el campo de la pantalla vi que iba en dirección contraria. Así que me toco dar la vuelta cuando llevaba 5 Km, por lo que incorpore 10 más a mi recorrido.


Luego ya en la dirección correcta me relajé empecé mi verdadero viaje.
 El tráfico a esas horas no era denso y gracias a que había madrugado bastante. Addis Abeba tiene una enormidad de tráfico caótico y agresivo en las horas puntas y tenía ganas salir a las afueras de la ciudad para ver las zonas rurales. Esto no fue fácil ya que no no terminaba de salir de Addis nunca. Como muchas grande ciudades de África tienen enormes suburbios a las afueras.

 Me había levantado muy temprano para salir cuanto antes. Me moría de ganas por pedalear hacia el Sur de camino al Valle del Omo. Había dejado na maleta con algunas cosas en el hotel, más la caja de la bicicleta con todos lo utensilios que me ayudaban a aislar y empaquetar la bicicleta.

 En la entrada del hotel fui despedido entre na multitud de recepcionistas que me miraban entre curiosos y divertidos. Allí estaba yo con mi flamante bici de cuatro alforjas más bultos varios en el transportín, junto con la bolsa de la cámara en el manillar. Todo un espectáculo!

 Conforme salí de Addis empece a ver grandes extensiones de campo, había menos casas pero estas eran pequeñas y de gente que tenia ganado y cultivos.
 Todavía pasé algunas grandes poblaciones, en una de ellas aproveché para llenar de gasolina sin plomo mi hornillo de gasolina. Allí no existían las botellas de gas de repuesto, por lo que tocaba abastecerse de lo que nunca falta en ningún país, gasolina.




 Seguí pedaleando cada vez con más campo abierto a mi alrededor y más animales en los margenes de la carretera. No era infrecuente ver cabras o burros cruzando la carretera o simplemente en medio de esta. Pronto comprobé que este paseo por las carreteras no estaba exento de peligros para los animales. Según avanzaba por las carreteras me fui encontrando con toda clase de aves y ganado atropellado por algún vehículo.
El primer animal que vi muerto en la carretera fue un burro reventado seguramente por un camión. Luego me acostumbré a verlos, pero ese primer animal, ese pobre burro, estaba destripado totalmente, partido en dos y con la la mirada perdida en el infinito. No había tenido tiempo ni de respirar antes del atropello.
 Descubrí poco después que los camiones en general no frenaban cuando había ganado en la carretera, se limitaban a pitar a lo bestia y esquivar si podían a los animales. Si estos no se apartaban, pasaban por encima de ellos sin misericordia.

 Para mi también era un aviso en unas carreteras sin apenas arcenes. Llevaba un espejo por el que veía a los vehículos pesados llegar por detrás y que me permitía apartarme con antelación. Muchos camioneros se apartaban prudentemente de mi lado pero otros no.
A los pocos días de estar en Etiopía vi que eran perores los camiones medianos y vehículos particulares.

 Hice algunas fotos de pollino muerto anta la mirada curiosa de unos niños que parecían acostumbrados a aquello.
Miré una vez más al borriquillo que todavía tenía briznas de hierba en los dientes y seguí mi camino. 

























Otra cosa a la que me acostumbré pronto fue a oír el típico farangi con el que llaman a los extranjeros allí. La otra opción es que te griten you you! Desde cualquier parte de los caminos aparece gente que grita a los turistas si estos van en bicicleta. Ya hablaré de esto más adelante.

 Tenía algo de hambre así que aproveché para comprar algo de pan. En muchos pueblos se podía comprar pan bastante decente. La injera, el típico pan de allí no me gustó, así lo descarté. No lo probé ese día, pero cuando lo hice no me convenció esa especie de crepe gigante un poco avinagrado y blando al que se le hecha carne y verdura al gusto y se come con la mano. Y soy poco tiquis miquis para comer, pero prefería otras alternativas.

 En algunos restaurantes de pueblo se podía pedir un plato de pasta sin problemas y los precios eran irrisorios en comparación a lo que estamos acostumbrados en Europa. Yo llevaba bolsas de comida liofilizada para usarla con mi hornillo de gasolina. Pero esta comida estaba reservaba para zonas más comprometidas o menos abastecidas.

 Para mi suerte, en casi cualquiera lado se podía comprar agua embotellada.

Ese día todavía estaba fuerte y parecía que mi pedaleo era bastante fluido. Así que me lancé con fuerza hacia el Sur.

 Pasé por una zona con unas cuantas casas de madera en el margen de la carretera. Vendían verduras y frutas y también carne. Los despojos de las sobras de estas ultimas las tiraban a un lado de un pequeño bosque. Estaba infectado de marabús y algunos perros dando cuenta del manjar.
 Paré un rato a comprar agua y zumo de mango embotellado que era muy típico allí. Además de cocacolas o otros refrescos el zumo de mango se vendía como un refresco envasado más. Al tener bastante azúcar ayudaba a recuperar fuerzas y era una inyección de glucosa rápida para los grandes palizones.
















Después de beberme un zumo de mango de medio litro casi sin respirar, me dediqué a retratar los marabús. Pronto estuve rodeado de una panda de niños de diferentes las edades interesados en mi interés. Aprovecharon para toquetear mi bicicleta los más pequeños. Estaban entretenidos con el farangi y sus excentricidades, pero resultaron bastante afables.

 Hice algunas fotos más y proseguí mi marcha.

Después de una buena jornada de pedaleo llegué al Lago Koka. Allí pastaban a sus anchas las vacas y sus cuidadores, casi siempre niños que pronto se acercarían a ver que hacía un farangi en bicicleta.
 Al lado de la carretera había un enorme árbol donde deje la bici mientras tiraba algunas fotos del paisaje.


 Llegué a Alem Tena sobre las cuatro de la tarde. Conseguí una habitación con cuarto de baño y mosquitera en la cama por 200 Birr, entonces unos 8 euros, ya que el Euro estaba a 26 Birr.
 Casi fue mi peor habitación en Etiopía, ya que de la ducha apenas salía agua y tuve que echar mano de un cubo de agua que estaba allí para esos menesteres, así que tardé una eternidad en medio ducharme. Por otra parte la habitación era bastante modesta y austera, pero es lo que suele haber en pequeñas poblaciones. De todas formas solía dormir  en este tipo de habitaciones con mi saco encima de la cama.

Salí luego a cenar algo y me comí dos mazorcas de maíz asadas en un puesto callejero junto a un zumo de mango.
Más tarde me tomé dos cervezas en uno de los bares del pueblo. Allí sentado hice amigos rápido y estaban encantados de alternar con el farangi.
 La verdad es que cuando llegaba a una población y me tomaba unas cervezas con los lugareños era casi mi mejor momento del día. El poder conversar con ellos era algo divertido y relajante, ya con ropa limpia y más relajado después de la "ducha". No hacia falta que yo me pusiera hablar con nadie, algo que tampoco me costaba mucho, simplemente la gente me preguntaba a donde iba y de donde venia y a partir de ahí toda una conversación de lo que fuere.

 Después de ese momento divertido me fui a dormir ya que al día siguiente me esperaba otro día de aventuras con destino a la población de Bulbulla y su increíble y vistoso mercado. En realidad esta población no entraba en mis planes, pero es lo que tiene ir en bicicleta, que no sabes donde terminaras la jornada y donde dormirás.



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