viernes, 31 de enero de 2020

Gondar




Llegué a Gondar de noche, con una última parte del viaje oscurecida por completo, ya que las carreteras de allí no tienen ni reflectantes. Estuve mirando varios hoteles en la misma zona donde nos dejó el colectivo a todos los viajeros, era una zona céntrica de Gondar. Después de mirar un par de hoteles me decidí por uno. No tardé demasiado ya que estaba bastante cansado del viaje continuo que llevaba ese día.

Dejé mi pequeña mochila en el hotel y salí a cenar. En una de las calles más transitadas de la zona, justo enfrente de los palacios había varios puestitos callejeros, en uno de ellos un hombre preparaba bocadillos de huevos fritos. Los freía allí mismo en una plancha y metía dos huevos fritos en un pan  redondeado con el diámetro justo para que cupieran los dos huevos. 20 Birr era su precio y estaban deliciosos. Así que compre uno más después de comerme el primero.  Como en mi viaje por Perú y Bolivia, los huevos que comía en Etiopía eran bastante sanos y de gran sabor, ya que las gallinas en Etiopía son de granja todas y campan a sus anchas por cualquier lado.

Busque un bar para tomarme una birra y aprovechar el WF para mandar mensajes a Marga y los chicos.
Mientras me tomaba la cerveza estuve leyendo cosas acerca de Gondar:

“Antigua capital imperial de Etiopía y de la provincia histórica de Begemder.
Se encuentra situada en la zona de Semien Gondar de la región de Amhara, Gondar está al norte del lago Tana en el río Angereb y al sudoeste de las montañas Simen. Se encuentra a 2.133 metros sobre el nivel del mar.
La población de Gondar tiene 200.000 habitantes
Hasta el siglo XVI, los Emperadores de Etiopía no vivían en una ciudad o capital administrativa. El emperador y su corte vivían en tiendas en campamentos reales temporales y se movían por todo el reino con la familia real, guardia real, cortesanos y servicio, dependiendo para su abastecimiento del grano de las poblaciones colindantes y de la leña de los bosques”

Cuando salí del bar, callejeé un poco y después me fui directamente a dormir.

Al día siguiente me levanté bastante temprano. Demasiado quizá, ya que el complejo palaciego no abría hasta las 8:30. Así que me dediqué a recorrerr la ciudadela de Gondar toda un deleite a esas horas. Antes había comprado un enorme buñuelo como desayuno.
Lo primero que me sorprendió era la intensidad de un partido de futbol que se jugaba en un campo de asfalto con sus líneas bien definidas en blanco. El campo estaba pegado a uno de los palacios del complejo histórico y había mucha gente pendiente del partido de fútbol.
El campo no tenía las dimensiones de futbol 11 pero si las de futbol 7, aunque las porterías eran del tamaño de las de hockey.
Los equipos disputaban el partido con gran vigor mientras eran animados por numeroso público.











Mientras rodeada la bella muralla pensaba en lo que había leído acerca de la ciudadela de Gondar:
La ciudadela de Fasil Ghebi en la ciudad etíope de Gondar, es un recinto real amurallado del siglo XVII desde el que los emperadores de Etiopía reinaron sobre todo el imperio. En 1979, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto con otros monumentos de la ciudad y sus alrededores. Fasil Ghebi es un ejemplo único de un estilo particular de arquitectura, llamado estilo de Gondar, en el que sobre una base local árabe se han integrado las influencias del estilo barroco europeo, introducido por los misioneros portugueses, y las técnicas arquitectónicas indias de la cocción de la cal, aportadas por los maestros constructores llegados de Goa.
El recinto real de Fasil Ghebi está rodeado por una muralla de novecientos metros de longitud con doce puertas y dos puentes. En su interior se agrupan varios edificios históricos que eran los que luego visitaría.

Continúe bordeando la ciudadela de Fasil Ghebi . A esas horas multitud de fieles y viandantes deambulaban con sus túnicas blancas. Rodeando la muralla había tramos en reparación para la que se utilizaban andamios realizados con troncos de madera. Grabados de cruces cristianas aparecían en diferentes puertas. Multitud de fieles desfilaban de un lado para otro, algunos deberían ser pastores, ya que tenían ropajes pomposos y multicolores al estilo de santones.
La parte alta de los muros estaba rematada por plantas trepadoras que adornaban su coronación superior.

Algunos mendigos pedían dinero sentados en el suelo. Uno de ellos se me quedó mirando el buñuelo, que por otra parte se me había quedado grande. Así que se lo dí y comenzó a comerlo allí mismo después de un “amasaaguinalo” (gracias) .

Me crucé con varios carros tirados por caballos, lo que daba aspecto medieval a todo ese paseo. Muchos viandantes iban abrigados con mantas, ya que a esa hora hacía hacia fresco. Se notaba la altura de 2200 metros.

Un hombre de mediana edad rezaba con sus cuentas de rosario en la mano mientras paseaba pausadamente. Estaba abrigado por una especie capa amarilla que le daba gran empaque y porte.
En unos de los laterales al terminar de dar la vuelta, apareció un camión cargadísimo de telas de colores. Varios hombres trepaban entre los fardos de tela y organizaban la mercancía. 
En Etiopía no hay límites en cuanto a cargas, un colectivo puede llevar tantas personas quepan en él, y un camión lo que hiciere falta de mercancía.

En otro de los lados de la muralla varios fieles rezaban arrodillados delante de una puerta azul cobalto con varias cruces blancas pintadas.
Uno de ellos debía ser otra especie de santón o cura como los que había visto antes,  ya que llevaba ropajes especiales, con capas largas coloridas y llamativas. Estaba sentado en una silla y en ese momento hablaba con un hombre con una malformación en la pierna que se ayudaba de una muleta para mantenerse en pie.








Cuando terminé de dar mi paseo alrededor de la ciudadela, entré de nuevo en el interior del terreno donde están los auténticos edificios históricos.

Todavía no habían venido quienes vendían los tickets. Así que me senté con los porteros y vigilantes del recinto. Estuve hablando amenamente con ellos, e incluso una de las mujeres que atendían la entrada me invitó a un café.
Me preguntaron acerca de mi viaje por Etiopía y mi recorrido por el sur en bicicleta. No conocían el Sur de su país. Así que cuando les hablaba de las costumbres de los Mursi o los Hamer se quedaban asombrados. Sobre todo cuando apoyaba mi conversación con fotos que les mostraba directamente de la cámara. Uno de los porteros abría la boca de asombro y luego reía cuando le mostraba a los mursi medio desnudos.


Cuando por fin se abrió el recinto y me despacharon mi respectivo ticket.
Lo primero que hice fue plantar el trípode para realizar alguna toma general. En aquel momento tenía para mí solo todo el recinto de edificios históricos.
Desde el comienzo del camino podía apreciar un lateral del Castillo de Fasilides. Aunque estaba nublado, una luz homogénea se repartía por los edificios palaciegos. Estos contrastaban con el verdor de la hierba y árboles que adornaban los jardines.
El castillo lucía imponente, con una arquitectura nada parecida a algo que hubiese visto antes. Me llamaba la atención sus balcones de madera en contraste con sus muros pétreos. Sus puertas y ventanas de madera transportaban al visitante en el tiempo.

Me dirigí luego a la entrada del castillo,  contemplándolo de cerca y por dentro. Admirando sus cuatro torreones rematados por cúpulas redondeadas.
Pude subir hasta la primera planta por unas escaleras alfombradas de musgo fresco. La planta estaba vacía por completo. Desde allí sólo se aprecia sus paredes, techos y suelos, además de sus puertas y ventanas. Pero la luz recorría las estancias y las magnificaban.

De nuevo bajé y admiré las torres y paredes del castillo bordeando sus esquinas e impregnándome de sus ángulos.
Todas los muros y escaleras están invadidos por trepadoras y musgo. Rodeé el castillo por su perímetro y pude admirar su bella fachada con sus enormes puertas y ventanas, todas de madera.











Justo al lado del castillo de Fasilides se encuentra el Castillo del emperador Iyasu I, menos vistoso exteriormente que el primero pero con sorpresas por dentro, ya que carece de techo principal y este está abierto al cielo. Lo que le da una belleza al conjunto soberbia.

Es el edificio más alto de Gondar y fue construido entre 1682 y 1706.
Sus fachadas son más redondeadas que el castillo de Fasilides
Cerca de este último castillo los jardines se hacen más frondosos y un muro los recorre con varios arcos que permiten atravesarlos.

Luego me dirigí a la Cancilleria y blioteca de Yohannes I. Estos eran unos edificios de forma cubica con ventanas con forma de cruz y grandes puertas en su planta baja.
La biblioteca parecía de fachada más clara que el resto de los edificios y no parecía una construcción de piedras sino que parecía que su fachada había sido lucida con algún material  color crema. Comprobé al rodearlo que solo era así una de sus cuatro fachadas, ya que el resto era del color de los castillos visitados anteriormente.  
El sol que salía ya tímidamente, ayudaba con un punto de luminosidad al entorno.

Justo al lado estaba la biblioteca se encuentra la Cancillería de Fasil Ghebbi . Este era un edificio más parecido a los castillos anteriores en cuanto a aspecto y materiales de construcciones. Tenía más forma de castillo, con sus almenas y merlones en las partes altas.
Sus ventanas estaban vacías y sin puertas, al igual que sus puertas en arco de la parte baja.

Entré en el interior de la cancillería de Fasil Ghebbi. Este edificio tampoco tenía techos y estaba abierto completamente al cielo. Tenía una escalera de cierta peligrosidad que estaba cerrada al público pero a esa hora casi no había nadie en el recinto, así que subí por ella y pude ver la cancillería desde ángulos inesperados y preciosos.











Me dirigí luego al Palacio de Bakaffa, que era el edificio que albergaba el Salón de banquetes. Entré en el salón y me sorprendió por su impecable luz y la grandeza de la estancia en todos los aspectos. Sus puertas y ventanas eran larguísimas y estrechas. En ese momento dos señoras de la limpieza limpiaban la estancia y le daban un punto de referencia a mis fotografías. Los techos con vigas de madera transversales le daban más solera al espacio y el color salmón cremoso de las paredes la resaltaban sublimemente.
La sala de banquetes daba en su parte izquierda a la as cuadras de caballos. Nueve puertas de cuadras me pareció contar. Estas daban a un jardín con un camino central donde casi podía oír los cascos de los caballos.

Deambulé sin apenas competencia, a esa hora sólo una pareja de hombres también visitaba los edificios históricos.
Tan solo estuve, que pude meterme en uno de los edificios pegados a la muralla que rodea al recinto. Era la iglesia de Atatami y junto a ella se encontraba la iglesia de Iffign Giyorgis.  

Al lado de estas iglesias había otra construcción dentro de la muralla. Había una puerta que al atravesarla daba una habitación pequeña,  allí había una cama humilde que seguramente era de algún guardián del complejo. Cerré y me marché de allí.

Paseé por algunas zonas que daban a muros en ruinas y jardines preciosos y bordeé el palacio de Mentuab

Cuando pensaba que poco me quedaba por ver, me sorprendí al toparme con las jaulas de los leones.  Casi pude olerlos y ahora sí que hablaba literalmente, recordando lo que había leído de los leones.

“El emperador Dawit (reinó entre 1716 y 1721) también construyó la primera de las dos Casas del León (la segunda fue construida por Selassie) donde los leones abisinios se mantuvieron hasta 1992”.
 No hacía demasiado tiempo, esta visita incluía ver unos leones abisinios enjaulados. Hubiera sido una pena verlos entre cuatro paredes. Así que me alegré de que ya no estuvieran allí. El caso es casi no están en ningún lado, ya que se encuentran en peligro de extinción.

Seguí mi paseo tranquilo por los jardines ya con el sol bien presente y me recreé una vez más con las vistas de los palacios.

Cuando había decidido irme, un grupo de unas cincuenta personas con guía entraban en el recinto. Había tenido la suerte de disfrutar del complejo casi para mí solo gracias a que fui el primero en entrar. Un privilegio que mereció la pena y me regaló uno de los momentos mágicos de Etiopía.

Había sido una visita maravillosa en su conjunto, en parte porque la visita a la ciudadela con sus fieles apostados en las diferentes puertas, era diferente a primera hora de la mañana, ya que luego iban desapareciendo.


























BAÑOS DE FASILIDES

Después de mi visita al complejo de palacios de la ciudadela, tomé un Tuc Tuc para dirigirme a los Baños de Fasilides
Se cree que fue la residencia veraniega de Fasilides y Iyasu I. 

Es un edificio peculiar con una mezcla de arquitectura entre los palacios de Gondar y la iglesia de la Iglesia de Debre Birhan Selassie. Es precioso en sí mismo, pero su belleza se acrecienta gracias al maravilloso entorno, ya que el edificio está rodeado de una piscina rectangular y los muros exteriores llevan incrustados las raíces de enormes ficus, como las ruinas de Angkor Wat en Siem Riep (Camboya).

Cuando llegué no había nadie, ni siquiera para cobrarme la entrada. Así que entré y exploré la piscina. En ese momento apenas tenía dos palmos de agua que se acumulaba en la parte baja de la pileta. Allí moleste a un pato y sus hijos. Este se quejaba amargamente de mi presencia con enormes graznidos.

Entre el borde de la piscina y los muros que rodeaban el recinto había una zona de margen que en una piscina normal se hubiera llamado zona de playa, también estaba empedrada y rellena de musgo. Parecía una alfombra natural que embellecía el conjunto.

Hice algunas fotos y grabaciones con trípode desde la parte frontal de la piscina desde la que se podía ver al edificio de frente. En una de las tomas vi caer la cámara de frente al bascular en trípode debido a una ráfaga de viento.
¡Se me encogió el corazón! la réflex se llevó un buen porrazo. Por suerte sólo se rompió el filtro protector del objetivo. En principio solo la parte plástica. Luego se terminaría rajando el cristal días después a consecuencia del golpe. Si no hubiera llevado el filtro, me hubiera quedado sin objetivo.

Después de pasado el susto seguí explorando el recinto con los graznidos del pato presente.

Exploré los muros y raíces de los árboles y pasé por debajo de los porches del edificio a través de sus enormes arcos.
Sentado en una de las enormes raíces observaba la piscina. Se suponía que se había construido con fines religiosos. De hecho, la festividad de Timkat es la más celebre, ya que en ella cientos de fieles se bañan en sus aguas después de ser bendecidas por un obispo. 
La ceremonia rememora el bautismo de Cristo en el Jordán y se considera una renovación de votos en la fe.

El pato alzo el vuelo con gran vigor y me sacó de mis pensamientos.
Continúe explorando las enormes raíces y uno de los enormes ficus gigantes del recinto. Uno de ellos era esplendoroso, con unas ramas gigantes que se abrían en copa y sombreaban parte de la piscina.
Dejé los baños que habían sido sólo para mí y los patos.















IGLESIA DE DEBRE BIRHAN SELASSIE

Salí de los baños y tome un tuc tuc con dirección a la Iglesia de Debre Birhan Selassie. Una iglesia de planta rectangular y decorada con pinturas únicas. ¡Toda una sorpresa!


Después de los palacios de Gondar y los baños de Fasilides, pensaba que nada me podría sorprender. Pero estaba equivocado una vez más. Etiopía siempre puede sorprenderte más.

Para acceder a la Iglesia de Debre Birhan Selassie hay que pasar una primera puerta que da a un recinto abierto donde se encuentra esta.  La entrada cuesta 100 Birr (4 Euros).
Todo el recinto abierto está rodeado con un muro de piedra y doce torres redondeadas que representan a los 12 apóstoles. La decimotercera torre representa a Cristo y es la de la entrada principal donde se compran los tickets.

“Trinidad en la Montaña iluminada” sería su traducción al castellano más cercana.

Tuve una gran suerte, ya que cuando entraba un grupo de niños de Gondar entraba también. En realidad, casi todas eran niñas como de 12 años.
Todas llevaban cubiertas las cabezas de telas blancas y traslucidas. Era una especie de gasa que a algunas les llegaba hasta por debajo de la cintura. Los niños también llevaban esa gasa pero no cubriendo su cabeza, si no que hacía las veces de chal o jersey al ceñírselo al cuerpo.
Las niñas debajo de esa gasa llevaban vestidos de vivos colores.


Se sentaron en las escaleras de la bellísima iglesia y se pusieron a cantar lo que supuse que serían cánticos de tipo religioso.
Las grabé y retrate cuando cantaban y algunas se sonrojaron algo.

Mientras las oía cantar, pensaba en la historia de esta fabulosa iglesia:


Curiosamente esta es una iglesia de planta rectangular.  Casi todas las que había visto por esta zona eran de planta circular, incluidas las del lago Tana.

La iglesia está dedicada a la Santísima Trinidad y fue construida a finales del siglo XVII por el emperador Iyasu I. Este construyo originalmente un templo circular.  El edificio actual sustituyo al circular entre finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Según cuentan, Debre Birhan Selassie es la única iglesia que no fue destruida en 1888 por los derviches del Mahdi sudanés, ya que fueron atacados por un enjambre de abejas que salieron de la iglesia.
















Había un profesor o tutor con el grupo de niños que andaba dándoles instrucciones. 
Después de cantar un par de canciones entraron a la Iglesia. Fue una suerte ya que gracias a ello pude asistir a la parte práctica de la iglesia.
Como en toda Etiopía, había que entrar descalzo a la iglesia tanto a su interior como por su perímetro inmediato una vez atravesadas las columnas.

Todo el mundo repite que su belleza está en el interior y tengo que reconocer que su interior es extraordinario, por sus frescos únicos, lo recogida y auténtica que es y sobre todo por su luz. Esa luz que procede de enormes puertas, es  extraordinaria y proporciona a la iglesia cualidades estéticas únicas.
Pero a mí también me maravillaba su exterior por su preciosa sencillez y belleza delicada.
Ese tejado de paja a dos niveles que parecía tribal y me recordaba algunas de las chozas que vi el Sur. Los muros de piedra color crema, más claros que el tejado, haciendo resaltar más tanto el tejado como la propia fachada. De esa manera el color de fachada y muro se complementaban.
Llamaban la atención las columnas que sujetaban unos porches acogedores y el tejado del primer nivel. 





Una alfombra roja recorría el suelo de los porches, aunque en algunas zonas había alfombras rectangulares de otros diseños y colores.
En esos porches también había ventanas en arco que armonizaban con suelo y tejado.
Dentro de las ventanas descansaban cuadros con pinturas de la Virgen y el niño Jesús.

Debajo del tejado de paja del primer nivel (el más grande), había un entramado de madera que hacía de armazón del propio tejado y daba al conjunto y a la piedra un toque de suavidad y contraste realmente bello.
Incluso todo el conjunto de la iglesia se complementaba con las vestimentas de los fieles. No podía ser más bella por fuera. Sencilla pero preciosa.



Después de pasear por los porches de la iglesia pasé a su al interior, allí las niñas estaban sentadas escuchando a un siervo de dios.
Alcé la vista para admirar lo que quedaba de los originarios 135 querubines, 13 de ellos habían sido borrados por las humedades a lo largo de los años.
Esta iglesia destaca por tener los frescos más bonitos de Etiopía según casi todo el mundo, pero a mi me cautivaba su luz.

Cuando admiraba su interior, me di cuenta de que todo estaba confabulado para que aquel espacio pareciese único y extraordinario:
La luz procedente de la entrada, en ese momento con las enormes puertas de madera abiertas, daba al interior un toque de lugar de ensueño sin igual. Nada me había transportado atrás en el tiempo como ese espacio interior. Era un templo de hace siglos, con olor y luz de hacía mucho tiempo. ¡Sencillamente maravilloso!
Había retrocedido varios siglos atrás. Daba igual que el origen fuera de 1888. Yo había llegado mucho más atrás a través de los olores, las palabras monocordes y rítmicas del pastor y la luz mágica del lugar.






Tuvo que pasar un buen rato para salir de mi abducción estética-espiritual. Entonces pude fijarme con más distancia en los detalles. Los querubines repetitivos, los frescos de Cristo y las puertas de madera fabricadas de diferentes retablos de madera con grapas gigantes de acero mientras algunos niños entraban y salían.
Había otras telas más modernas que protegían ciertas zonas de la iglesia, pero aun así no la deslucían.
Los querubines no sólo están en el suelo también están por las paredes, parecen prodigarse por toda la iglesia.
Hice alguna foto más con discreción y Salí de la iglesia.


Era hora de volver al Bahir Dar. Antes me dio tiempo a comer algo y volver a la zona cercana a los edificios históricos.

Por la misma zona donde por la mañana jugaban al fútbol, ahora desfilaban cientos de fieles y algunos pastores con vestimentas coloridas y fantásticas, ropas que podrían ser las de reyes magos de Oriente. Llevaban también sombrillas muy llamativas, algunas con flecos dorados. Muchos portaban cruces en sus manos.
Era gracioso verlos con sus ropas y capas religiosas en contraste con sus zapatillas o chanclas de goma.





Pregunté por los colectivos para volver a Bahir Dar. Allí mismo tomé uno que poco después estaría esperando por más pasajeros durante 20 minutos antes de salir de Gondar.
Atravesamos paisajes preciosos de nuevo y volví a ver la súper roca digna de ser escalada a mitad de camino.

Justo a mitad de camino cambiamos de colectivo, pero este era de los de color azul. Eran más baratos y de peor calidad y comodidad. Incluso cuando no cabíamos más en el vehículo, entraron dos cabreros, la mujer de uno de ellos y dos cabras. Y ¡Vaya olor! ¡El de los cabreros!





Llegué bastante tarde a Bahir Dar y me di una ducha en el hotel para bajar después a cenar pasta y una buena birra.
Mientras me la tomaba, pensaba en el viaje que me esperaría a la mañana siguiente. Mi autobús para Addis Abeba salía a las 5 de la mañana y llegaría por la tarde a la capital. Después pasaría una noche en el hotel Nega Bonger y al siguiente día saldría mi avión por la noche para España. Por lo que todavía tendría un día entero para disfrutar de Addis Abeba y su famoso Merkato




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