
Aquel era un día especial, ya que me
disponía a viajar a Lalibela, una de las mayores joyas de Etiopía. Para mí era
un momento único. Había visto cientos de veces imágenes de las iglesias de
Lalibela y me parecía algo extraordinario. Ese día era día señalado para viajar
hacia allí.
Lalibela alberga las famosas iglesias talladas
en la roca, seguramente una de las octavas maravillas del mundo y el conjunto arquitectónico más importante
de Etiopía.
Da igual lo
que describas y las fotos que pongas en cualquier lugar. Lalibela es uno de
esos lugares que hay que vivirlos. Sólo cuando se está allí puedes darte cuenta
de lo que es aquello, de su belleza y espiritualidad.
En la misma estación de Bahir Dar me
informaron que lo ideal era llegar hasta Gashena y luego tomar un autobús a Lalibela.
Por lo visto era la manera de llegar
por carretera.
Estuve regateando el precio del coche
colectivo un buen rato en la estación de Bahir Dar. Cuando llegamos aún acuerdo
me reservaron los asientos delanteros junto a piloto, todo un privilegio allí.
Aunque no iba sólo pues se supone que
cabíamos tres en la parte delantera.
Primero me subí a un colectivo hasta
Debre Tabor, a unos 106 Km de Bahir Dar.
Luego tome otro desde Debre Tabor a Gashena,
población que estaba a otros 142 Km. En
total 120 Birr por los dos colectivos (no llega 5 euros por 250 Km)
Todavía quedaban 60 km en autobús
hasta Lalibela por un camino de tierra por 50 Birr (2 euros). Son 310 km en
total, pero entre paradas y transbordos se van a 8 horas de viaje. Me lo tomé
con filosofía, en bici hubiera sido tres o cuatro días y aquí iba descansado y
además también parábamos a comer en los lugares o pueblos por donde pasábamos
Mi viaje había empezado tan
espartanamente por el Sur, que cualquier tipo de viaje por el Norte me parecía tan
cómodo como el de un rey.




Volví a notar en la gente la gran diferencia en las ropas del Norte. Iban más abrigados; casi todos llevaban mantas, o túnicas blancas cubriendo su ropa. Algunos hombres sólo llevaban las típicas túnicas árabes en vez de llevar pantalones.
La verdad es que Etiopía se parecía en
algunas cosas a los países árabes debido a su proximidad e influencia. Se notaba
sobre todo en su música estridente de trompeta de ritmos fuertes y constantes
además de en cierta vestimenta.
Algunos hombres llevaban también el
típico turbante, mientras las mujeres cubrían su cabeza con pañuelos o chales
que llegaban hasta media espalda.
Cada pueblo en los que íbamos
recogiendo gente era propicio para apreciar esto.
En el colectivo hay un piloto y un
ayudante o cobrador que es el que se encarga de gritar por la ventana el
destino cada vez que hay alguien en la
carretera o se atraviesa una población. Por ejemplo se gritaba “GASHENA
GASHENA”, así la gente sabía a donde se dirigía ese colectivo, si necesitaban
subir, con una señal del viandante paraba el conductor.
Por eso entre otras cosas el viaje duraba tanto,
debido a las frecuentes paradas para recoger o descargar gente. También porque el último trayecto entre
Gashena y Lalibela es por una precaria carretera de tierra con frecuentes
subidas y bajadas.
No era infrecuente atravesar pueblos
con cientos de personas en las cunetas trajinado de allá para acá. Otras veces
eran simples agricultores que vendían su mercancía en las cunetas o gente que
ofrecía fardos de leña a mejor postor.
Llegué por la tarde a Lalibela. Nada más bajarme algunos locales preguntaban si queríamos hotel, sobre todo a mí que era el único farangi que bajaba del autobús.
Había un par de hotelillos justo en
frente de la estación. Pedían 200 Birr, no acepté y me bajaron a 150 Birr.
Estaba lejos del centro, aunque entonces no sabía ni donde estaba el centro. La
tentación de cogerlo era grande después del cansancio del viaje.
Desistí y al salir del hotel dos chavales
se ofrecieron a acompañarme al centro de Lalibela, subiendo a pata el cuestón
que lo separaba de la estación de autobuses.
Estar alojado en el centro de Lalibela
era mejor por mil razones. Ya que sólo paseando se llega a la zona de las
maravillosas iglesias de piedra y tiene uno acceso a más hoteles, kioscos,
puestos ambulantes y sitios para comer.
Me quedé en el Blu Lal hotel por 300
birr , intenté regatear pero el hombre de recepción se mantuvo firme y creo que
yo no tenía ganas de regatear más por 12 euros al día.




La Habitación del hotel era muy grande y muy limpia. El lugar era tranquilo y tenía en la parte de abajo un gran restaurante.
Después de instalarme me dirigí a las
oficinas para comprar el ticket que daba acceso a las iglesias por 4 días. Las
oficinas estaban dentro del complejo de iglesias. Son 50 dólares al contado,
algo bastante caro si se compara con los precios de Etiopía.
Como sólo tenía moneda en euros, les di un
billete de 50 € y me devolvieron cambio en Birr.
Nada más entrar al recinto donde se
encuentran las iglesias dispersas por
una extensión enorme de terreno, veo que hay varios guías oficiales que ofrecen
sus servicios por 600 birr al día (24 euros). Rechacé la oferta, ya que ese día
solo pensaba ver la impresionante iglesia de San Jorge (Biet Ghiorgis) situada justo a
pocos metros de la entrada. Era tardísimo y estaba bastante cansado. Al día
siguiente tendría tiempo de sobra para decidir como visitar todo el complejo de
iglesias.
Los chavales que me acompañaron al
hotel me siguieron hasta la oficina de tickets. Luego desaparecieron
misteriosamente, pero al final de mi visita de esa tarde aparecieron dentro de
la zona turística de las iglesias.
Por lo visto solo entran guías
oficiales, pero los chavales se las arreglan para burlar la vigilancia y entrar
de diferentes maneras.
De todas formas, ver las iglesias de
Lalibela para los etíopes que viven fuera de esta población es muy barato.
Encima los locales tienen diferentes artimañas para entrar por otros lugares
del perímetro del recinto de iglesias y les sale gratis del todo. Sobre todo
porque los habitantes de Lalibela no pagan por ir a estas iglesias. Un farangi
no puede hacer esto, ya que te piden el ticket unas cuantas veces.
Biet Ghiorgis
Aunque pasé al lado las iglesias de Biet
Maryam y Biet Medhane Alem, sólo las vi marginalmente ya que no quedaba mucho
tiempo para que cerraran. Ya tendría tiempo de verlas al día siguiente con
calma. Mi objetivo ese día era ver la que para mí es única; la iglesia de San Jorge (Biet Ghiorgis). No me defraudó.






El sol estaba bastante bajo a esas horas y mi primera visión fue esa gran cruz griega que forma su techo y sus paredes de 15 metros de altura que emergían desde un foso que la rodeaba. La había visto en mil fotos pero nada igual como verla in situ.
Uno ve el techo de San Jorge según se
aproxima, ya que lo normal es que si has entrado por la entrada de arriba veas
San Jorge en una parte más baja.
Allí estaba yo, en la parte alta del enorme foso,
admirando las paredes llenas de líquenes amarillentos y colores entre marrones
y beige de San Jorge. Era una obra de arte de dimensiones colosales.
Algunos peregrinos deambulaban por
allí, incluso alguno oraba sentado en una de las esquinas del patio.
Después de una primera impresión
deslumbrante, me dispuse a rodearla desde la parte de arriba para verla en todo
su esplendor y apreciar sus detalles y formas.
Por supuesto le hice un montón de
fotos con cielo soleado de tarde y con nublado cuando pasaba alguna nube y
tamizaba un poco la luz.
Vinieron más turistas que aprovechaban
para bajar y visitarla por dentro. Yo también lo haría ese día, pero antes me senté
en un árbol que había en la parte de arriba y desde donde se divisaba con una
perspectiva cenital la preciosa cruz de san George.
Allí sentado, contemplando esa enorme
belleza, pensaba en cómo habían podido excavar esa enorme iglesia en la roca.
Según había leído, estas iglesias
estaban consideradas como arquitectura rupestre, al ser excavadas o
esculpidas en cuevas, grutas o paredes rocosas por civilizaciones antiguas.
Es un tipo de arquitectura de sustracción
(excavada, subterránea y/o troglodítica) en contraposición con las
arquitecturas por adicción o construcción que son la mayoría.
Este tipo de arquitectura ha dado lugar a lo largo de la historia y en
diferentes partes del mundo a casas, aljibes, silos, templos o tumbas.
Las iglesias de Lalibela fueron descritas por
primera vez en 1520 por el misionero portugués Francisco Álvares. Escribió
sobre las iglesias y realizó bastantes dibujos de ellas.
Salí de mis pensamientos cuando escuché
detrás de mi hablar español. Eran una pareja de Santander de mediana edad.
Resultaron muy simpáticos y se ofrecieron para hacerme alguna foto al pie de la
fosa de San Jorge. Yo ya me había hecho alguna poniendo en función mi trípode,
pero una más no me importaba.
Estaba bastante cansado, en parte por
las 8 horas de colectivos y en parte por mi palizón del Sur del que todavía no
me había recuperado del todo. A pesar de todo, me olvidé por completo de ese
cansancio mientras estaba empapándome de esa enorme obra de arte.
Ya no hacía calor en esos momentos,
puesto que el sol apretaba menos. Me encontraba a gusto y relajado, allí, tan
lejos de hogar pero como si estuviera en él.
Cuando llegaba a un lugar cómodo como
este, me relajaba. Sabía que el tiempo que estuviera en Lalibela, no me movería
demasiado. Casi todo sería contemplar.
Después de un buen rato extasiado, me
dispuse a visitar por dentro la iglesia. Un surco excavado en la roca a modo de
trinchera enorme, iba descendiendo progresivamente hasta la base de la iglesia.
Por dentro las paredes de San Jorge eran anaranjadas en parte por su piedra y
en parte por el sol que se filtraba por las pequeñas y coquetas ventanas. Allí
dos santones o cuidadores de la iglesia estaban meditando.
Uno de los santones llevaba una cruz
dorada en sus manos y un turbante blanco en su cabeza. Así mismo llevaba una túnica
blanquecina con un pequeño toque verdoso que dejaba asomar una manga de traje
occidental más moderno. No sé cómo no se cocía con tanta ropa, supongo que
estando todo el día allí abajo no tendría tanto calor.
El otro santón más joven estaba en uno
de los bancos de la entrada. También llevaba una túnica blanca que le tapaba el
cuerpo entero, aunque este no llevaba turbante. Hable algo con ellos y el joven
resulto bastante amable.
Las paredes de la iglesia estaban
adornadas por preciosas telas, al igual que el suelo y algunos retablos que
adornaban sus paredes.
Salí de allí y todavía tuve tiempo de
recrearme una vez más en el entorno de San Jorge. La rodeé desde arriba
observando sus paredes amarillentas y marrones, ahora con el sol mucho más
bajo.
Mientras observaba la bella piedra rojiza bajo el sol, pensaba
en lo que había leído a cerca de San Jorge y Lalibela
Lalibela, la segunda ciudad santa del país, después de
Aksum; es una ciudad monástica del norte d Etiopía, siendo un importante centro
de peregrinación para los cristianos pertenecientes a la Iglesia ortodoxa
etíope.
Está situada en el estado federado de Amhara y a una altura
considerable sobre el nivel del mar, en concreto 2.500 m, su población en 2005 era de 14.668 habitantes.
Lalibela fue la capital de
la disnastia Zagüe. Recibió su nombre actual del rey Gebra Maskal
Lalibela (1172-1212), canonizado por
la Iglesia etíope. Este quiso construir en la ciudad una nueva Jerusalén en respuesta a la conquista de Tierra
Santa por los musulmanes. Muchos de sus edificios históricos tomaron su nombre de
edificios en aquella ciudad.
Lalibela alberga las
famosas iglesias talladas en la roca que fueron construidas durante su reinado. En 1976 La Unesco
las declaró Patrimonio de la Humanidad.
La más especial es la
de Beta Girorgios (La
casa de San Jorge) con planta de cruz griega y quince metros de altura, tallada íntegramente en la roca.
Las iglesias de Lalibela
se distribuyen en dos grupos principales, separados por el canal de Yordanos,
que representa el río Jordán,
pero comunicadas entre sí por túneles, pasadizos y trincheras. El lugar fue
concebido para que su topografía correspondiera a una representación simbólica
de Tierra Santa.
Volví al presente al escuchar acento
alemán a mis espaldas; una joven pareja llegaban dispuestos meterse dentro de San
Jorge.
Después de estar un buen rato por allí,
me dio tiempo a ver algo de Biet Maryam, tanto por dentro y por
fuera. También con su Santón o monje guardián.
Al día siguiente vería todo con más calma. Por
ese día tenía bastante. Estaba cansado del palizón de colectivos durante ocho
horas desde Bahir Dar a Lalibela.
Cuando salía me encontré con los dos chavales
que me habían acompañado al hotel y a las oficinas donde se sacaban los tickets
de las iglesias.
Estaban dentro del recinto. Se las habían
arreglado para entrar. En realidad podían entrar cuando quisieran , pero no como
guías oficiales cuando en realidad no lo eran. Hablamos un buen rato y me
dijeron que lo mejor para visitar Lalibela era madrugar. Me dijeron que a las 6
de la mañana era el momento perfecto, ya que en vez de turistas vería solo
gente rezando “people praying”. Así que acepté.
Me dio pena que me hubieran esperado todo el
tiempo que estuve viendo San Jorge. Así que les di 50 Birr y se quedaron
encantados.
Quedamos en la puerta de mi hotel a las 6 de la
mañana para la visita más espiritual. Ellos harían de guía.
Me fui a mi hotel y me tomé un buen plato de
espagueti con una buena cerveza. Al precio añadieron un buen porcentaje para el
servicio, por lo que decidí que sería la primera y última vez que comería allí.
A la mañana siguiente estuve esperando
10 minutos a los chavales que me harían de guía. No aparecía ninguno, así que
me fui tranquilamente hacia las puertas donde se tenía acceso a las iglesias.
Por el camino estuve haciendo laguna
foto. Varios hombres estaban sentados con su túnica o manta ya que a esas horas
hacia fresco. Otro hombre atravesó la plaza dirigiendo a unas vacas.
Según bajaba la cuesta empedrada hacia
las iglesias, oí una especie de tumulto detrás de mí. Eran una treintena de personas
que desfilaban ceremonialmente. Una mujer en cabeza llevaba una foto de un
hombre joven es sus manos, tres mujeres más encabezaban la comitiva junto a la
anterior. Al parecer el de la foto era un difunto.
Parecía una especie de funeral
andante.
Pronto entré en el recinto de iglesias
y a los pocos minutos apareció mi joven guía. Estaba sólo y al parecer su
compañero prefirió quedarse durmiendo. Se llamaba Esmetu y realizó su trabajo
magistralmente durante toda la mañana.
Empezamos nuestra visita por la iglesia Bet Medhane Alem ("El
Salvador del mundo") Fue construida en el siglo XIII. A sus puertas y alrededores había etíopes rezando
con sus túnicas blancas. Era otra forma de ver las iglesias mucho más
espiritual que con turistas.
De piedra
rojiza Bet Medhame era una especie de gran cubo con grandes columnas.
Sus
constructores querían representarla como una reproducción de la Iglesia de Santa María de
Sion de Aksum, destruida en 1535 por el ejército invasor de Ahmed Ibn
Ibrahim Al-Ghazi.
Es la mayor y más alta de las iglesias del
complejo de Lalibela, con un espacio interior de 10000 metros cúbicos y para su
construcción tuvieron que ser retirados unos 15000 metros cúbicos de roca.
Desde el punto de vista del diseño destacan las
columnas que la rodean, así como su techo de dos aguas. No posee pinturas y se
encuentra dividida en cinco naves.
Tuve oportunidad de apreciar su belleza
exterior. Esta cubierta por un tejado metálico y moderno que la protege de las
inclemencias.
Grandes muros la protegen alrededor y están
verdes llenos de líquenes y musgo. Entre los muros y las columnas surgían
hombres y mujeres rezando con gran devoción.
El interior dividido en cinco naves me pareció
el más bonito de todas las iglesias de Lalibela. Una maravilla con unas enormes
y gruesas columnas de piedra, que aquí dentro son grises y contrastaban con el
colorido suelo lleno de alfombras. Las cortinas de color naranja dividían los
diferentes espacios. En el suelo había algún gran tambor dispuesto para cuando
tocare cantar.
Era espectacular ver como aquellos devotos
rezaban con gran recogimiento en un lugar tan bello.
Al fondo, un hombre de túnica blanca impecable,
rezaba con un enorme libro abierto en un atril cubierto de tela roja.
Casi todos los rezos estaban dirigidos a una especie de enormes retablos con dibujos de Cristo la Virgen María o el niño Jesús. Dibujos casi tipo naif, que en contraste con la oscuridad de las paredes y columnas de las iglesias, daban un resultado maravilloso en su conjunto.








Casi todos los rezos estaban dirigidos a una especie de enormes retablos con dibujos de Cristo la Virgen María o el niño Jesús. Dibujos casi tipo naif, que en contraste con la oscuridad de las paredes y columnas de las iglesias, daban un resultado maravilloso en su conjunto.
Uno de los retablos destacaba de los demás. Era
una cristo de medio cuerpo dando la bendición de casi dos metros de diámetro,
ya que el retablo era de forma circular. El predominio del color era azul y
rojo y encima del retablo había un enorme pañuelo transparente, como una gasa
también en azul. Esta colgaba de los laterales del retablo como una cortina de
santidad. Era precioso y tres mujeres con túnicas blancas rezaban mirando con
gran devoción al Cristo.
Un hombre de mediana edad y con gorro de lana,
rezaba sentado en un banco, estaba leyendo de un pequeño libro. Accedió amablemente
a que le fotografiara, o por lo menos no dijo nada en contra.
Otro con una cruz de hierro en la mano besaba
los laterales de piedra de la entrada de la iglesia antes de ingresar en ella.
Bet Medhane Alem tenía un color rojizo precioso. El día anterior
con la luz del atardecer se la veía preciosa. Ahora estaba más oscurecida al
alba. Pero sus columnas seguían dándole un carácter único.






En uno de los laterales, enormes muros
naturales de piedra rodeaban la iglesia. Eran totalmente verdes por el musgo acumulado.
Allí rezaba un hombre de pie leyendo su propia biblia.
En otros de sus laterales y entre las columnas,
un hombre leía su libro de salmos. Justo por ese lado la luz incidía de manera
que las columnas y paredes parecían de un precioso color rosado, dando una
sensación bellísima.
Me dirigía luego a ver la contigua Bet Maryan . Me pareció preciosa también llena de espiritualidad y con un aljibe de aguas verdosas a su lado posterior.
De tipo monolítico y de gran tamaño, su exterior es bastante
simple, destacan sus tres porches y de las variadas de formas de sus ventanas.
El interior, en forma de basílica, está ricamente decorado con
frescos y bajorrelieves pintados. El techo se sostiene en una única columna
central.
Su interior era relativamente pequeño pero está deliciosamente decorado. El suelo está cubierto con alfombras. Se pueden apreciar retablos de vivos colores de Jesucristo, la Virgen María y ángeles. A diferencia con Bet Medhane Alem, esta además de cortinas, tenía también el techo a decorado de bellas pinturas al igual que la parte de arriba de las columnas.
Maravillosas iglesias de cada cual Espetu me iba contando lo que
sabía con bastante diligencia. Además disfrutaba pasando a través de las diferentes zanjas, túneles o
trincheras que comunicaban unas con otras.
En un momento dado
Espetu me dijo que si continuábamos el recorrido por las otras iglesias. Intuí
que ya nos íbamos a ver las del Este. Entonces le dije que antes íbamos a ver otra
vez San Jorge (Biet Ghiorgis).
La había visto el día
anterior hasta hartarme, pero quería verla con gente rezando y de una manera
más espiritual. Ahora era el momento de
verla así. ya que más tarde desaparecerían los feligreses y aparecerían los
turistas
San Jorge está tallada en dura y rojiza roca volcánica del siglo XIII. Es
la más famosa y conocida quizá porque exteriormente es la más bella e
inigualable de las iglesias de Lalibela y es considera la octava maravilla del
mundo.
El hueco donde se encuentra escavada tiene forma de cubo de 25 metros por 25 metros. La iglesia propiamente dicha, tiene 12 metros de lado por 15 metros de alto, contando con el plinto de tres niveles sobre el que se alza. Es una iglesia con forma de cruz griega. Se supone que se retiraron a mano unos 3400 m3 de roca para conseguir el espacio periférico, más otros 450 metros cúbicos para esculpir por fuera y dentro de la iglesia.
Todo un trabajo descomunal para la época.
San Jorge se encuentra unida por un conjunto de zanjas al grupo de cuatro
iglesias situado al nordeste.
Según la historia cultural etíope, Biet
Ghiorgis se construyó en el siglo XIII después de que el rey Gebre Mesqel Lalibela de la dinastía
Zagüe tuviera una visión en la que se le daban
instrucciones para construir una iglesia. A lo largo de la historia se ha atribuido
la autoría de estas instrucciones tanto a San Jorge como al mismo Dios.
Hoy en día, Lalibela sigue siendo lugar de
peregrinación para los miembros de la Iglesia ortodoxa etíope, especialmente
durante la celebración del Timkat,
versión ortodoxa etíope de la Epifanía.
Según me asomé desde la parte de
arriba, pude observar la iglesia de San Jorge sin ningún tipo de sombra fuerte,
ya que el sol todavía no había salido.
La luz de la mañana uniforme y sin sol
todavía, me permitía ver con gran nitidez la forma de la iglesia. Resaltaba todavía
más el musgo de las paredes laterales en contraste con la piedra rojiza y el
amarillo de los líquenes.
Un hombre de blanco impoluto rezaba
con un libro abierto frente a las escalinatas que daban subida a la iglesia.
Otros hombres también con túnica
blanca rodeaban la iglesia a pie mientras oraban.
Todo era silencio a esas horas.
Bajé por el canal que daba a la entrada a la iglesia. Me predecía un hombre mayor con un cayado, túnica blanca y mantilla azul marino y roja. Tenía expresión severa y llevaba un gorro con una cruz verde bordada en él. La expresión severa la puso cuando insistí en fotografiarle y al no decir nada entendí que sí que podía. Pero el hombre me miraba como diciendo ¡qué haces disparando farangi! ¡Qué narices haces!
Tenía 2000 arrugas en esa cara severa
y creo que reprochadora.
Hice alguna foto a algunos pájaros que
se posaron en el exterior de la iglesia.
Una mujer besaba los escalones antes
de entrar en prueba de respeto a templo sagrado.
Ayer eran turistas los que pululaban
por aquí, hoy eran nativos orando con total devoción. Parecía otro lugar y en
realidad lo era gracias a la gran espiritualidad que se respiraba.
Dentro estaba solo el monje o cuidador
de la iglesia joven del día anterior. El mayor no estaba. Un poco más allá una
mujer oraba tumbada prácticamente en el suelo, totalmente sumisa y recogida a
la oración.
Cuando salí al exterior, varios
muchachos esperaban para entrar.
En un hueco de la pared rocosa un
hombre rezaba sentado sin apenas luz para leer su libro.
Se respiraba gran fervor y fue
emocionante verlo a esas horas.
Le dije a Espetu que ya podíamos ir a
ver las iglesias del Este, puesto que había visto la iglesia de San Jorge con
los ojos de los fervorosos cristianos etíopes
Estaba encantado de tanta tranquilidad
y disfrutaba del frescor de la mañana sin el agobio de los calores del día
anterior. Por el camino hasta las iglesias del Este tuve la oportunidad de ver
a mucha gente orando en plena calle, con crucifijos o rosarios en la mano.
Algunos rezaban con los ojos cerrados
con total concentración, otros estaban más relajados.
Pasaron también gente con burros y sus
aperos e incluso unos extranjeros montados a caballo que iban hacia la parte
alta de la montaña.
Mucha de la gente con la que me crucé
traía mercancía para vender en el mercado y parecían bajar de la montaña.
La siguiente iglesia en visitar después de un rato
de travesía, fue Bete
Mekireriwos o iglesia de
Los Ángeles Gabriel y RafaelSe cree que el edificio en principio no era religioso sino una residencia de nobleza o tribunal de justicia.
Para poder acceder al edificio hay que cruzar un puente que
atravesaba un foso de 10 metros de altura. Una vez pasado este, uno se
encuentra ante una fachada fascinante también de tonos rojos.
La fachada tiene una hilera de nichos de grandes dimensiones
en forma de arco axumita, estos parten justo donde termina el foso. Hablamos de
nicho arquitectónico ósea oquedad en la pared.
El interior está compuesto por dos salas
llenas de columnas entre dos patios de gruesas murallas. Estas salas son
en realidad dos capillas con dos pilares cada una. La capilla más occidental es
de planta rectangular y está dedicada al arcangel San Rafael.
La capilla oriental es también de planta
rectangular y dedicada al arcángel san Gabriel. Las dos capillas se comunican entre si a través de una puerta. Como
decoración encontramos tres cruces latinas talladas en los muros.







Para acceder a la cubierta hay que subir a través de la muralla y se le denomina “El camino al Cielo”.
Por
suerte en ese momento un grupo de hombres cantaban oraciones. Era un gran
momento ya que podía vivir una celebración en vivo. Todos los hombres llevaban una especie de sonajeros
o maracas por la apariencia. Sonaban diferentes sonidos graves y agudos.
Uno
de ellos tocaba en el suelo el tambor. Para mí la escena era algo irreal con
sus ritmos constantes entre aquellas paredes rojizas también por dentro.
Había
retablos y cuadros con dibujos de los arcángeles Grabriel y Rafael además de la
Virgen María con el niño Jesús.
Salí
un rato al exterior y pude ver como también había gente que rezaba en sus
muros. Algunos al pie de una buena caída al foso.
Al
entrar otra vez vi en una de las salas, a un maestro o monje que parecía que adoctrinaba
a dos pupilos.
>
La luz entraba por puerta y ventanas creando una
atmosfera especial.
El
coro seguía cantando al ritmo del tambor. Hice tantas fotos que el grupo
cantante empezó a poner caras raras a la vez que me miraban. Así que decidí que
era el momento de marcharse a ver otra iglesia.
Esta estaba cerca, pero en muy mal estado. Biet Lehem parecía
un montón de arena desgastada debido a la gran erosión que sufría. Estaba
techada para guardarla de las inclemencias, pero aun así sus formas redondeadas
hablaban del gran desgaste sufrido por los siglos.
Esmetu me aclaró que Biet Lehem (Bétä Léhem), no era en realidad
una iglesia. Parece ser que este edificio era una especie de torre defensiva.
Entonces era frecuente que hubiera
dispositivos de defensa dispersos alrededor de las iglesias.
>


La torre fortificada está conectada por un túnel a Biet Merqorewos
Alrededor de Biet
Lehem había toda una serie de canalizaciones atrincheradas y más pasadizos,
muchos cubiertos de verde musgo que los hacían más bellos.
No parecía que la cuidaran mucho al no ser esta una iglesia.
Incluso el techo exterior que la protegía era de uralita y estaba sujetado con
andamios de madera que parecían que iban a caer en cualquier momento. Por dentro
nada especial, sólo piedra y los ventanucos que dejaban pasar la luz
magistralmente.
Desde Bet Lehem accedí a un pasadizo de 55 metros que nos hacía
salir al lado de Bet Emmanuel.
Seguí a Esmetu a través del
oscuro pasadizo que el habría recorrido cientos de veces, pero que para mí era
algo único.
Bet Emmanuel (Casa de
Emmanuel)
Justo a la entrada de Bet Emmanuel hay bastante espacio por
el hueco excavado para dejar sitio a la iglesia a la parte periférica de la misma.
Esta también estaba techada para
protegerla de las inclemencias, pero esta vez
de manera colosal.
Muchos hombres rezaban sentados en bancos que no eran más que
maderas entre dos grandes piedras. Todos con su libro en las manos y sus
túnicas blancas. Algunos acercaban muchísimo su cara al libro ya que allí lo de
las gafas no se estilaba.
Otros leían un libro y en el banco donde estaban sentados tenían
otros cuantos para leer. Sin duda era la iglesia donde más gente leía biblias o
salmos.
Deje una vez más mi calzado en la entrada y entre en la
iglesia. Allí me recibieron grandes dibujos presentados en una especie de
retablos de gran tamaño. La Virgen y Jesús aparecieron en los primeros. Después
de un rato en su interior paseé por fuera, admirando la altura de la iglesia y
sus muros exteriores que daban fe de la gran cantidad de roca excavada.
>






El templo de Bet Emmanuel se sitúa en el centro de un profundo espacio vaciado en la roca que se utiliza a modo de patio. Se accede a través de una puerta de reducidas dimensiones perforada a media altura de una pared del patio.
Tiene una planta de forma basilical de 17.5 x
11.5 m, con tres niveles de altura siendo el más alto de 11 m y una cubierta a
dos aguas. La iglesia de Bet Emmanuel se eleva sobre un pedestal de tres
escalones.
Sus fachadas están decoradas a base de bandas
horizontales en los entrantes y salientes de la piedra para dar una estética
similar a los antiguos palacios y templos de la civilización axumita.
El nivel superior e inferior son de
forma rectangular.
Las siete ventanas
perforadas en el nivel superior simbolizan los Siete Cielos.
Su interior se
divide en tres naves y dos hileras de cuatro pilares. La nave principal es
abovedada, mientras las naves laterales tienen un techo plano.
El vestíbulo y el santasantórum
están diferenciados del resto del edificio por medio de dos pilares de gran
grosor y por unos muros de separación.
La zona del altar se corona con una
cúpula y un doble friso de ventanas ciegas.


Se cree que la iglesia de Bet Emmanuel era en su origen una capilla del palacio
real sólo para uso privado del rey y su familia. Y parece cierto dada su situación
dentro del complejo religioso de Lalibela, ya que está casi
escondido y es de muy difícil acceso.
Está comunicada con la iglesia de Bet Merkorios por medio de
túnel subterráneo desde la nave Sur de aproximadamente 15 m de largo
y con un pasadizo ascendente a Bet Lehem de 55 m que es de
donde veníamos.
La siguiente iglesia en visitar fue la de Bet Abba Libanous.
También cubierta con un enorme techo sujetado por enormes
patas metálicas. Aunque este techo era menos necesario que en las anteriores iglesias
ya que esta iglesia estaba como metida en una cueva y la hacía diferente a las
otras.
De hecho, era como si fuera una iglesia todavía unida a la
roca, ya que en las partes altas de la fachada no estaba del todo lisa y
esculpida, sino que tenía forma de la roca que hacia de techo y a la que estaba
unida.
Se cree que Meskal Kebra, esposa del rey Gebre Mesqel, decidió la
construcción de la iglesia Bet Abba Libanous. Según
la leyenda su construcción fue realizada en apenas una noche gracias a la
intervención de unos ángeles. Está dedicada al Padre Líbano, uno
de los Nueve Santos que en el siglo V llegaron a la ciudad de Axúm
para evangelizar toda Etiopía.
El exterior del templo de Bet Abba Libanous este tallado con
forma de bloque prismático. De lado mide 9,5 x 7,5 m con una altura
de unos siete metros.
Como ya he dicho antes, una de sus
particularidades es que su techo no está separado de la roca madre, pero si sus
muros laterales. La iglesia está como metida en una cueva.
Uno no dejaba de asombrarse viendo
cada una de las iglesias de Lalibela. Siempre había algo singular en cada una.



Se puede rodear exteriormente la iglesia por el amplio pasillo a modo de túnel que la rodea.
La planta del templo de Bet Abba Libanous es
de forma rectangular, dividida en tres naves por dos filas de pilares de
esquinas redondeadas y capiteles cúbicos biselados. Su nave central es de bóveda de medio cañón y las naves laterales de
techos planos.
El perímetro del segundo nivel está compuesto por un friso de ventanas
ciegas, cerradas por la roca y sin luz por tanto. Aparece tras un arco triunfal
el santasantórum o Qeddus Qeddusan que
se encuentra más elevado que el resto de las estancias del interior y coronado
por una cúpula.
La luz de la iglesia de Bet
Abba Libanous entra a través de una hilera de ventanas con forma de
cruz y de marcos axumitas en el primer nivel. En medio del muro
del altar, hay una pequeña luz que según los sacerdotes del lugar siempre
brilla ya sea de noche o de día.
La UNESCO ha construido en esta iglesia una cubierta exterior
de protección contra las inclemencias, al igual que en otras iglesias
de Lalibela.
Esa mañana estaba siendo increíble, a parte de la belleza arquitectónica,
aquellas iglesias tenían un contenido espiritual único. La gente rezaba en su
exterior e interior, lo que realzaba más la belleza de los templos.
No es de extrañar que estas iglesias de Lalibela lleven
más de 800 años ininterrumpidos siendo el centro espiritual cristiano de Etiopía.
Mi guía Esmetu me llevó por más pasadizos cerrados y abiertos.
Era increíble la variedad de rincones bellos que tenía Lalibela. Gracias a él
los estaba viendo todos.


Justo en la entrada de la iglesia un hombre estaba rezando. Hablé con él y parecía bastante amigable y abierto. Me dejo que le fotografiara y que nos fotografía Esmetu.
Me despedí de el con cariño y un amasaaguinalo (gracias)
Justo en esa zona y
cuando el sol se hacía más presente pude fotografiar a varios pájaros de
diferentes colores. Uno de ellos era amarillo como un canario. Así que les
dedico algunas fotos. Luego apareció otro marrón y azulado y otro más marrón y
naranja. Toda una variedad de pequeñas aves a cuál más fascinante.
Según iba subiendo la cuesta en dirección a la salida me iba encontrando
con gente que había terminado sus rezos y otros que llegaban en ese momento.
Cuando marchaba en dirección al hotel vi gente que venía con
frutas y verduras en sus manos.
Miré en la dirección de su origen y vi que había un mercado
cercano a la zona de las iglesias. Al parecer, aunque no era día de mercado,
había un mercado diario que era menor, pero si lo suficientemente atractivo. Así
que no pude resistirme a descubrirlo. Eran las ocho y pico de la mañana
todavía. Así que tenía tiempo de sobra para verlo.
Antes me había despedido de Esmetu, mi fiel guía de 16 años que me había enseñado todos los recovecos de Lalibela con acierto y muchas explicaciones.
Aunque el trato era por 100 Birr, le di 200 Birr (8 €) ya que su trabajo “amateur” estaba más que logrado. Se sorprende al ver que le doy el doble por sus dos horas de servicio. Es mucho dinero aquí, más si no tienes trabajo y sólo eres un estudiante.
Nos despedimos dándonos la mano y deseándonos suerte mutua.
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