sábado, 8 de diciembre de 2018

Ceremonia del café y camino de Koncho




Volví al Tourist hotel después de mi visita al mercado de Turmi. Había estado cerca de tres horas y apenas me había enterado con tanta emoción y vistosidad. Ahora notaba el bajón y una gran hambre.
Pedí unos espaguetis y una tortilla francesa en el Tourist hotel con una buena cerveza etíope.
Volví a mi habitación y aproveché para chatear con Marga y ver las fotos del mercado hamer.


Después de comer y pasar un rato en mi habitación,  pude asistir a una ceremonia de café con Erich, la camarera hamer y la jefa del hotel que era hermana del primero y se llamaba Tigist. Esta había venido desde Arba Minch a ver que tal iba el negocio que llevaba su hermano. Estaba casada con un alemán y se dedicaban al turismo. La verdad es que pasé unos buenos momentos con ellos y algunas amigas más de Erich que venían con frecuencia a visitarle.
La ceremonia del café es todo un rito ancestral en Etiopía. Durante mi recorrido en bicicleta pude asistir a alguna ceremonia en algunos de los pueblos por donde pasé. Muchos lo hacen a las puertas de su casa, tostando el café en sus sartenes con un ritmo sosegado y sin ninguna prisa.
Se cree que origen del café  se remonta al siglo IX   y proviene del Cuerno de África, lo que hoy sería Etiopía.

Leyenda

La leyenda dice que un pastor llamado Kaldi cuidaba un rebaño de cabras en la zona etíope de Kaffa (Abisinia). Algunas cabras se mostraban muy eufóricas y saltarinas después de haber estado comiendo los frutos de un arbusto concreto. Este sería llamado árbol del café. Kaldi decidió probar los frutos y así descubrió el poder energizante del café, pues esa noche no consiguió dormir.
Aparte de su importancia económica, el café es parte de la identidad cultural de los etíopes. Preparar y tomar una taza  de la manera que lo hacen, es una tradición cultural que han heredado de sus antepasados. En Etiopía es un momento importante el hecho de tomar café y presumen de su calidad excepcional.





Rito ceremonial

Preparar el café en su versión más larga se prolonga entre una y dos horas.
La ceremonia más tradicional se conoce como Buna y suele estar ligada a algún  acontecimiento especial que debe terminar en una resolución o final; como puede ser un acuerdo matrimonial o la resolución de un conflicto entre familias o vecinos. Compartiendo el café se olvidan los conflictos y el café es punto de encuentro.

En primer lugar se tuestan los granos. Aquí en Etiopía se tuesta el café y luego se toma. Nada de tostar para luego tomarlo más tarde. De esta manera obtienen el máximo sabor y aroma del café recién hecho.
Muchas veces se tuestan en una sartén que se pone al fuego en un hornillo de leña portátil.
Los invitados  pueden apreciar los aromas y calidad del café durante el proceso.
En algunos pueblos de Etiopía vi tostar el café en grandes fuentes parecidas a los wok chinos. Eran lugares donde se servían gran cantidad de tazas a la población, por lo que tostaban a lo grande.
Una vez tostado el grano se prepara la infusión de café, esta se termina de hacer  en la jebena, una cafetera de arcilla con base redondeada y a la que ponen un anillo de mimbre adornado para que se sujete si esta no es de base ancha.
Yo compré una de estas cafeteras en el Norte de Etiopía, pero desgraciadamente se rompió en un traslado.

Las tazas tienen nombres diferentes según si es la primera, segunda o tercera.
La primera taza que se hace de los granos recién tostados se la llama Abol. Es la más importante, ya que el sabor es más fuerte, con más aroma y gran cantidad de matices.

Si se va a resolver un problema, esta taza es de reflexión y de diálogo entre las partes. Se debe tratar de ver la perspectiva del otro, un respeto a la otra parte. Es la taza de introducción y solcializante.

La segunda taza es más suave y se llama Tona. Se añade algo de agua al café ya realizado aunque sigue siendo un café con gran sabor y aroma. Se supone que con esta taza hay que alcanzar una solución al problema o conflicto o acordar algún acontecimiento.

La tercera y última taza se toma sólo si se ha llegado a un acuerdo, se llama Baraka. Esta taza se sirve con aperitivos salados como semillas, palomitas de maíz o frutos secos. Nada de pastitas o galletas.
La tercera taza representa la celebración por el acuerdo o finalización del conflicto. Es la más alegre ya que es de celebración e incluso se invita a los jóvenes y niños que no participaban en las anteriores tazas. Esta taza  ayuda a afianzar la identidad de grupo.

Todo este proceso se hace con gran solemnidad. Por lo que si te invitan a tomar un café no puedes rechazarlo ya que ofenderías al anfitrión. El café en Etiopía es un acto social de primer orden que une a la comunidad.
Incluso cuando no hay que llegar a acuerdos o resolver conflictos se da mucha importancia a la toma de café.





















Cuando Erich y Tigist me invitaron a café pude asistir al proceso preparatorio personalizado de Turmi. Se encargó la camarera hamer que trabajaba en el Tourist hotel.
En un hornillo pequeño hecho de madera y hierro, metió carbón para el tueste del café. Colocó las tazas dispuestas en una bandeja de madera labrada que a su vez colocó encima de una pequeña mesa adornada. En esta ocasión colgaban de sus perímetros unos flecos de tiras verdes. La sartén con granos de café fue puesta al fuego del pequeño hornillo.
A continuación encendió un recipiente de madera con forma de pétalo que llevaba incienso. Este lo colocó en el suelo encima de ramas con hojas que parecían de olmo. También había colocado hojas de olmo entre las tazas de café. 
El humo del incienso recreo una atmósfera fantástica de neblina junto a los agradables aromas del incienso y el olor sublime del café recién tostado.
Todo este proceso rodeado de buenos amigos y de manera relajada es algo especial. Pase un momento muy divertido con los dueños del hotel. Hablamos durante largo rato sobre las costumbres etíopes y españolas, de cosas personales y no tanto. Una niña pequeña de otra de las trabajadoras del hotel también nos acompañaba.
Delicioso café a un ritmo tranquilo sin nada que hacer y disfrutado al máximo

Me vino muy bien ya que mi ritmo vertiginoso de viaje apenas me había dado respiro. Sólo al final de las jornadas eternas de bicicleta me tomaba una cerveza con los lugareños del pueblo donde paraba. Pero este día (serían cerca de las dos de la tarde)  fue un momento de relax y disfrute como si realmente estuviera en mi casa.  Si fuera esto una novela contaría todavía más detalles sobre ese café y lo bien que llegamos a estar. Fue un momento fantástico donde todos estábamos a gusto con todos. Mientras el humo del incienso subía y el café se tostaba, nuestra conversación se animaba sabiendo que todavía nos quedarían más palabras para cuando tomáramos el café.






Reconociendo el camino a Korcho (Los Karo)

Después de un buen rato conversando y riendo con mis amigos, tomé de nuevo la bici para adentrarme por el camino que al día siguiente recorrería por completo hasta Korcho. En Korcho se encuentra la villa de los Karo. Sería mi segunda visita a una tribu con 52 Km de ida y otros tantos de vuelta por duros caminos de tierra. Luego se convertirían en más kilómetros, algo que contaré en mi próxima entrada.

Así que salí de Turmi por el camino que lleva a Dimeka. Unos 6 kilómetros después tomaría otro camino hacia la izquierda para coger el camino definitivo a Korcho. Ese día sólo pretendía ver como estaba el camino en sus primeros kilómetros para el  viaje del día siguiente. A pesar de ser un camino muy solitario, no era raro irse encontrando con algún hamer que otro de vez en cuando.
De hecho, justo antes del desvío, en los márgenes del camino grande a Dimeka, encontré a tres niños que escavaban en un hoyo profundísimo situado en el lecho seco de un río. Dos estaban dentro escavando y recogiendo agua en un recipiente de calabaza, luego vertían el agua a un gran bidón amarillo. El otro niño estaba fuera del hoyo y contemplaba la escena.

Cuando paré con mi bici parecieron asustarse, pero pronto se tranquilizaron al ver que mis intenciones eran las de hablar con ellos y tirar alguna foto.

"Selám" les dije para saludarles y ellos sonrieron. Les dije wija (agua) y ellos asintieron con la cabeza. Era increíble con que destreza sacaban el agua y donde estaban metidos. El hoyo estaba hecho por los continuos ir y venir a por agua de todos los que se proveían allí. Ellos sólo cavaban un poco más, pero aun así había cierto peligro de que la tierra se desprendiera a su alrededor.

Cuando veo programas de supervivientes que cavan en un lecho del río medio metro y encuentran agua con facilidad, me acuerdo de estos niños tomándola a tres metros de profundidad.

Me despedí y les di unas barritas energéticas de las que todavía me quedaban y se pusieron tan contentos.




Más adelante me desvié por el camino que iba a Koncho. Este era más estrecho que el anterior y estaba atravesado de vez en cuando por surcos que el agua caída en torrente había dejado como huella.
Era un camino  precioso y solitario, la tierra era rojiza y los arboles parecían abrazarla por los lados. Pararon varios Kilómetros hasta que encontré a algunos hamer:

Primero fue una familia que estaba al lado de un pequeño poblado con unas chozas de madera y algunas cabras. Nos hicimos unas fotos  y les di algo de dinero a cambio. Querían más al final de la sesión. Esto es típico y nunca es suficiente para ellos. La mujer era una cabeza de familia como pude apreciar por su collar de arcilla con protuberancia. Llevaba también muchos collares de cuentas y una semicalabaza en la mano para recoger agua. Dos niños pululaban alrededor y no sabría decir si eran suyos, ya que dos mujeres más observaban desde unos cuantos metros de distancia. El marido se animó y estuvo preguntándome por mi bici. Le dije que venía de Adis Abeba y creo que fue lo único que me entendió porque de inglés más bien poco entendían. Seguí mi camino bastantes kilómetros más allá, en total unos 15 desde Turmi. Me parecía un camino bastante transitable y en condiciones para el gran reto de mañana.
De hecho el camino lo tenía en mi GPS y no había riesgo de perderse. Me había bajado todos los tracks de las tribus del Valle del Omo, algunos a grupos tribales más apartados me los había hecho mirando los poblados en Google Earth. Sólo tenía que seguir a mi GPS y llegaba a los lugares precisos.





De vuelta a Turmi, al pasar por una gran charca de agua que quedaba a la derecha del camino, había dos hamer completamente desnudos bañándose .Cuando me arrimé ya salían de agua y se estaban secando. Una vez vestidos estuvimos hablando un buen rato entre señas, mis pocas palabras etíopes y algo de inglés.
 La charca era un lugar precioso rodeado de arboles, donde la vacas abrevaban a sus anchas pastoreadas por unos niños hamer.
Yo estaba bastante acalorado en ese momento así que aproveche para mojarme el torso y cambiarme el maillot ciclista que estaba empapado de sudor.

Cuando ya me iba a ir apareció otro hamer que era algo así como un jefe, este hablo con los otros hamer durante un minuto y decidió que este turista farangi había llegado muy lejos con demasiado desparpajo. Cuando me iba a ir puso la mano en el manillar de mi bicicleta y movió la cabeza de izquierda a derecha como diciendo que no. Yo le dije que why? y el no contestaba. Estaba haciendo uso de poder ante un turista que estaba muy lejos de cualquier población y del mundo civilizado. Lo intente de nuevo empujando mi bici pero este sujeto la bici con fuerza.
Era un momento tenso para mí. Allí había tres adultos hamer y uno de ellos no me dejaba partir. No podía utilizar la fuerza a la ligera ya que estos llevaban machetes y nunca se sabe cómo reaccionarían. En realidad los otros dos hamer callaban y no decían nada. Pero el hamer jefe estaba dispuesto a divertirse. Era improbable que me agredieran puesto que esto sería grave para la etnia entera y tendría sus consecuencias. Pero ya me había puesto en situación de alerta aunque intenté mantenerme tranquilo.
 Lo intente otra vez con más fuerza y el asió con tanta fuerza la bici que se desequilibró y cayó al suelo. Estudie su reacción y no parecía nervioso ni temeroso por ello. Así que cogí mi bote de agua con gran energía y lo estampe contra el suelo con todas mis fuerzas a medio metro del hamer. Me puse a hablar y soltar todos los tacos que sabía y cagarme en... Esto hizo sobresaltarse al hamer jefe pero solo en un primer momento.
En su cara había aguante y quiso mantener su pose altanera. Me arrimé a él muy cerca y le deje algunas cosas feas que no entendió pero por el tono imaginó. Apenas dio un paso atrás. Todavía cogió una vez más mi manillar cuando levante mi bici  incluso la aguanto unos segundos. Pero esta vez cuando empujé la misma para marchar la soltó. Era un soltado como diciendo "cunado yo quiero te vas". Así que después de pedalear 10 metros me paré y me bajé de la bici para beber agua tranquilamente.  Yo también me iba pero cuando yo quería. Bastante chulería había aguantado!

No tengo una foto suya, ya que me hice fotos con la pareja de hamer en la charca, pero cuando llegó él no se dieron las condiciones adecuadas.





Me fui tranquilo pero veía que uno estaba más desprotegido en estos caminos escondidos. No era camino ni carretera principal y por aquí no pasaba nadie. Cuando veía un hamer en Turmi o cualquier población estaban en mi terreno. Pero en valle escondido del Omo estaba en el suyo.

Cuando ya llegaba cerca del camino que se desvía a Turmi me encontré con siete hamer más; cuatro adultos y tres niños. Los hamer resultaron bastante sorprendidos de mi bici. Estuve a punto de no parar, pero un incidente no me haría perder la confianza en la raza humana. Así que paré y nos hicimos unas fotos juntos. Les di algo de dinero pero el más mayor de todos quería más.

En realidad uno podía ir sin problemas por estos caminos, pero no eran los sitios donde los turistas iban con su todoterreno y paraban para visitar a una tribu entera. Estos eran hamer que uno se iba encontrando por el camino. Podías hablar con ellos y reírte, pero en el momento que tomabas fotos podían querer dinero. A veces se conformaban con lo que le dabas, otras no pedían nada y otras querían más. Sobre todo si estabas solo y en su terreno.

Les dije que no tenía mas Birr y seguían pidiendo, así que de coña puse mi cuello en el asiento de la bici mientras señalaba su machete. Pero el hamer mayor negó con la cabeza y me acaricio la cabeza amablemente y alarmado. Les devolví una sonrisa y me marché.
Este acto de dignidad como diciendo que ya me podían cortar la cabeza que no había mas Birr, era consecuencia del anterior encuentro. En realidad todos los etíopes querían más siempre, pero eran fácil de convencer y se conformaban. Pero el mal  regusto del anterior encuentro me había metido cierta rabia en el cuerpo y enervado mi espíritu. 



El pobre hamer (el mayor del grupo) se había quedado horrorizado y me acariciaba la cabeza como diciendo "no hombre no"
Volví tranquilamente a Turmi ya con las luces de mi bicicleta encendidas, puesto que se me había hecho tarde. 
El camino a Koncho era bastante bueno si no me entretenía en tonterías, como había hecho hoy. En total esa tarde me hice unos 30 km de reconocimiento entre ida y vuelta.
Esa noche al acostarme empezó a llover bastante y me preguntaba como estaría el camino hasta koncho al día siguiente.


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