sábado, 13 de octubre de 2018

Mercado Hamer en Turmi





Me levanté algo nervioso ya que ese día vería ver el mercado Hamer que se organiza todos los lunes en Turmi.

Desayuné con calma en las mesas al aire libre del hotel. Allí me aconsejaron que no fuera demasiado temprano, ya que no vería tanta gente como si me dejaba caer más tarde. Por lo visto era mejor ir  a partir de las 10.



Después de tomarme un café solo de los de Etiopía, muy aromático y fuerte, además de una tortilla francesa con pan, estuve lavando algo de mi ropa para ponerla al día y matar el tiempo. Pero aunque hice todo lo posible por matar el tiempo, ya no podía aguantar más, así que me fui a tantear las calles de Turmi.

Pronto vi como muchos hamer estaban llegando de diferentes zonas cercanas a los alrededores de Turmi. En cualquier calle se veían grupos de mujeres hamer con su atuendo de típicas pieles llegando a pie. Muchas venderían sus mercancías en el mercado, otras comprarían algo o simplemente socializarían con otros hamer.
Luego comprobaría que muchos jóvenes hamer aprovechaban para flirtear el día de mercado.

Los hamer se daban la vuelta cuando les tomaba fotos en plena procesión hacia el mercado. Creo que estaban alucinados con mi insolencia. Yo disimulaba tomando una foto a una fachada como si antes también hubiera tirado una foto a la arquitectura del pueblo.

Pronto empecé a tomar fotos de algunos hamer en los caminos que daban a la plaza donde se organizaba el mercado. Una muchacha hamer me dejo que le tomara un primer plano ofreciéndome su mejor sonrisa. Algunos eran bastante simpáticos. Bueno, en realidad las mujeres eran simpáticas. Los hombres eran más hoscos, con un carácter más agrio en general.

Cuando entre en la plaza fue como una apoteosis. Era increíble la explosión de color tribal que se veía en un solo vistazo. Era algo extraordinario y único. 
Ya he comentado muchas veces en mis blogs que una de mis debilidades son los mercados. Estaba acostumbrado a ver muchos y de diferentes culturas y lugares. Pero esto era algo nunca visto. Toda una etnia con su indumentaria tan diferente, sus pieles, multitud de pulseras y collares. sus tradicionales escarificaciones en la piel, su pelo arcilloso. Sus caras y expresiones... estaba allí y no lo podía creer. Si hubiera sido un sueño y hubiera despertado en ese instante, no me hubiera extrañado nada. Pero aquello era real y fantástico.












En principio me arrimé  a un grupo de hombres que estaban reunidos en un lateral e interesados en la compra de cabras. Parecían discutir por el precio de estas que estaban tan tranquilas  atadas a un par de árboles. Alguno me echo la bronca por fotografiarles. Así que le señalé con la mano a los animales, como si mis fotos estuvieran dirigidas a las cabras. No parecía muy convencido. 


Luego me acerqué a uno de los numerosísimos corros de mujeres, casi todas estaban sentadas en el suelo e iban vendiendo su mercancía. Unas vendían  grano de sorgo o algún otro tipo de cereal que no identifique. Otras tenían pulseras a la venta u otro tipo de artesanía realizada en madera y pieles.
Pero no todas vendían aresanías, algunas de ellas despachaban un licor realizado con fermentación de sorgo o el preferido de los hamer  realizado con café.

Observaba también  esos cuerpos que  a veces dejaban ver los torsos desnudos; mientras los hombres tienen esas escarificaciones para embellecer su cuerpo, las mujeres tienen grandes cicatrices en la espalda de sus ritos de iniciación a la pubertad:
Los ritos de iniciación son una de sus costumbres más significativas; refleja el paso de la pubertad a la madurez mediante la ceremonia llamada Ukuli Bula (salto de los toros). La Ukuli Bula dura tres días y el último toma especial importancia; Se supone que los jóvenes hamer totalmente desnudos, deben ir saltando sobre una fila de treinta vacas. Van pasándose  de una a otra hasta llegar al final. Luego deben dar la vuelta y volver al punto de partida. Las caídas son síntoma de mala suerte.
Mientras tanto las jóvenes casaderas reciben los latigazos del resto de jóvenes hamer para demostrar su valor y fortaleza física, siendo así merecedoras del amor del joven hamer. Las mujeres aguantan todo lo que pueden. Cuantas más cicatrices tenga una mujer hamer a causa de este rito, más respetada será. Y puedo atestiguar que muchas cicatrices de la espalda de las hamer son horrorosamente terribles. Algunas en relieve como culebras y retorcidas por esos cuerpos. Ellas lo llevaban con gran orgullo.

















Empecé a hacer algún retrato a cambio de alguna moneda cuando la cuestión y el personaje merecía la pena.
Hice alguno de mujeres casadas y otros de solteras. Las primeras se distinguen por tener collares metálicos, mientras que las solteras llevan otro tipo de collares más coloridos de cuentas pequeñas. También hay otro tipo de collar arcilloso con una gran protuberancia metálica que llevan las primeras mujeres Hamer. Siendo polígamos, los hombres pueden tener varias mujeres. La primera no es con la primera que se casan, sino que es la que lleva el mando familiar, la educación y toma de decisiones importantes, lleva la economía familiar y tiene mayor estatus social de todas las mujeres.

Algunas mujeres hamer estaban bastante desmejoradas, como todos con el tiempo claro. Pero mientras en el mundo occidental en cuanto se envejece algo llegan las peluquerías, maquillajes y pinturas de ojos; aquí seguían con su pelo arcilloso y poco más , aparte de estar muy curtidas por el sol y la vida del exterior.

Algunas de las mujeres jóvenes eran espectaculares y muy guapas. Y hablo de las mujeres porque los hombres en general salvo alguna honrosa excepción, eran más anodinos y menos altaneros que los Mursi. Casi todos con sus sombreros coloridos o cinta ornamental en la cabeza.


Tomé algunas fotos más de mujeres hamer. En esa ocasión se trataba de una mujer casada con su hijo en brazos. Era muy guapa y con una cara de una finura especial. Llevaba un palo de madera en la boca. Muchas de ellas lo llevaban y masticaban dejándolas trocitos de madera entre los labios.

Mientras descansaba un poco de tanto trajín bebiendo algo de agua, pensaba en esta etnia etíope.
Los hamer viven en el sur de Etiopía, al este del río Omo, al sudoeste del Mago National Park y bastante cerca de la frontera con Kenia. Son considerados como uno de los pueblos más tradicionales del país y se dedican básicamente a la agricultura y al pastoreo. Son fáciles de distinguir a simple vista con sus  peinados únicos, vestimentas en pieles curtidas y marcas corporales de latigazos o escarificaciones: Pintan su cuerpo de muchos colores y tiene multitud de complementos como pulseras, collares o cintas en el pelo. Ellas destacan principalmente por sus peinados arcillosos. Los hombres adornan sus cuerpos con escarificaciones  mientras que las mujeres muestran unas marcas causadas en parte durante sus ritos (latigazos) de madurez.












En un momento dado cambié de tercio y me dedique a observar la mercancía que vendían las mujeres hamer. En la otra parte de la plaza un grupo de mujeres cosían prendas de piel. A su lado tenían un puesto de venta de platos y cucharas de madera, cornamentas de vaca para meter liquido u otro contenido,  conchas de galápagos y platos de madera de los Mursi.
Eran cuatro mujeres y hablaban mientras atendían los puestos que parecían solitarios hasta que alguien se interesara en ellos.
Otro  puesto tenía tallas de madera de pequeñas figuras humanas que representaban a miembros hamer, Mas allá multitud de collares de cuentas de 1000 colores y semillas lucían esplendorosas.

Por supuesto no podían faltar las típicas sillas del valle del Omo. Esas que usan todas las tribus. Son pequeñas y muchas veces talladas y ornamentadas delicadamente. Sirven de asiento o almohada según se utilice. En cualquier mercado es normal que los hombres de diferentes tribus las lleven en su mano para cuando sea menester usarlas.
Estos puestos en realidad eran unos rectángulos de tela  o rafia en el suelo con el contenido a vender. No había mesas. Hay que pensar que traen su mercancía de bastante lejos y no pueden ir muy cargados.

Por supuesto, también había  en los puestos collares de casadas, de primera mujer y de solteras, aparte de multitud de pulseras.

Había complementos para adornar las faldas de piel, que eran como un cinturón de cuero con conchas y semillas.
Me llamaron mucho la atención los tocados fabricados en cuero, hierro y colmillos de animales como los de los mursi. Me quede con ganas de comprar alguno. Bueno también me hubiera llevado una sillita y un collar de primera mujer y de casada y de soltera... pero debía volver en bici y no podía cargar mas de la cuenta. Me quede con las ganas y ahora viendo las fotos echo de menos cualquier regalito de aquellos.
Había grandes  y preciosas artesanías en ese mercado, como las  preciosas pulseras de tobillo gruesas y color plata que quedaban espectaculares en los tobillos de las mujeres hamer.

Otros puestos tenían peines enormes de madera a modo de peineta. A su lado cuchillos con puños de madera y cartuchera de madera también. A su izquierda lucían unas puntas metálicas de lanza y diferentes herramientas tribales.
El puesto que mas me llamó la atención era del de cuencos de semicalabazas pulidas y calabazas enteras a modo de cantimplora o como tartera. Eran verdaderas obras maestras. Con añadidos de cuero en su exterior aparte de conchas,  metales chapados y adornos de cestería. Estuve apunto de comprar una. ¡Pero resulta que no había comprado nada de lo ligero, aguantando para ser práctico en mi viaje de vuelta, y me quería comprar lo mas pesado!
Así que me quedé sin regalito.


Luego me resarciría en el Norte de Etiopía ya sin mi bici.














 Mientras me alejaba de las artesanías tan bellamente confecionadas, pensaba que esta misma gente tenían algunas costumbres dramáticas para solucionar ciertas situaciones. Los hamer tienen una tradición macabra. Esta consiste en sacrificar a los descendentes cuando la madre de estos desconoce la figura paterna de la criatura. El sacrificio se hace arrojando vivo al niño recién nacido al Río. Al parecer, no existir el aborto  en las etapas iniciales del embarazo, esperan a que nazca para sacrificarlo.

Unos hombres de Turmi que no eran hamer jugaban al Mancala o Wari apasionadamente, mientras eran observados por un numeroso grupo.  Es un recipiente de madera con diferentes agujeros donde se alojan las semillas. Se llama mancala (o manqala, palabra árabe que significa para mover, una variante del nombre es kalaha) a una amplia familia de juegos de tablero fundamentalmente africanos y también asiáticos que comparten una serie de características comunes: el tablero con receptáculos u hoyos, las 'semillas' o fichas y el juego que se denomina siembra. 

Seguí paseándome por el mercado y observaba a las cicatrices de las mujeres hamer anonadado. Pensaba en que siempre se dice que las mujeres hamer tienen las cicatrices de la ceremonia de iniciación o Ukuli. Pero se ven muchas mujeres que además de las cicatrices de los latigazos de esta ceremonia, también tienen  escarificaciones que forman adornos en sus cuerpos. Son mucho mas bonitos y agradables a la vista que las lastimosas cicatrices que ellas llevan con orgullo.



Lo bueno de que pase el tiempo en el mercado es que poco a poco van tomando sus dosis de alcohol y se van relajando. Sonríen y ríen a carcajadas quedando en un estado de más laxitud. Esto tiene como efecto que es más fácil tomar fotografías y vídeo. Es fácil acercarse y no hay reacciones malas.  Aquí es donde tiene uno ventaja. Por lo que mi recomendación es que se tenga paciencia y esperar a que estén un poco colocados.
Esta nueva situación me permitió hacer buenas tomas de los diversos grupos y algunas  individuales.












Algunas fachadas de las paredes  con sus tonos espectacularmente coloridos, ayudaban a que algunas de las escenas fueran sublimes. 
En una de estas paredes de color entre azul clarito y verdoso descansaban un grupo de mujeres hamer. Una de ellas tenía en sus brazos un niño de un año más o menos.
Lucía imperial con pieles de alta calidad, sus collares metálicos de casada y sus conchas de adorno. No llegué a ver si tenía el collar de primera mujer de su familia, ya que las pieles apenas dejaban ver el cuello.
Era preciosa y quise hacerle un retrato. A cambio de unos Birr accedió y posó para mi con toda esa dignidad y altanería que pueden tener algunas mujeres hamer. Sus pulseras doradas adornaban sus largos brazos. Llevaba también una camiseta de tirantes  marrón de algodón y uno de sus pechos asomaba señorial por un lateral con toda naturalidad. Le hice varias fotos de cuerpo entero y de medio plano hasta las rodillas. De vez en cuando, entre foto y foto se distraía y miraba para otro lado,como diciendo "termina ya". El resultado a pesar de todo creo que fue bastante bueno.

La arquitectura de algunas casas de adobe y madera hacía que las callejuelas adyacentes al mercado fueran perfectas, ya que entre las diferentes casas se formaban pasillos donde los hamer buscaban sombras y se refrescan bebiendo.

Bastantes hombres hamer alternaban sus típicas faldas tribales con ropa mas moderna, como camisetas de algodón, cazadoras vaqueras, en incluso alguna camisa. Eran menos tradicionales que las mujeres. Eso sí, casi todos llevaban su cinta de cuentas coloridas en la cabeza o algún sombrero especial.
No solo había hamer  en el mercado, aunque eran mayoría casi absoluta. Entre ellos también había Dassanech y Karo.

Era gracioso ver a los hombres vendiendo sentados en sus minúsculos asientos de madera. En una zona concreta varios hombres vendían sacos de sorgo y otros cultivos.
Después de un buen tiempo en el mercado, se nublo el cielo con una especie de calima pesada. Esto favoreció que algunas las fotos aparecieran sin las sombras demoledoras del medio día. Dándome la oportunidad de mejorar las tomas.

Penaba en las costumbres de los hamer mientras  me situaba en el centro de la plaza. Los Hamer viven de la agricultura y la ganadería básicamente. Cultivan sorgo, mijo, verduras y algo de tabaco y algodón; y crían rebaños de ovejas y cabras. Sus mercados principales están en Turmi y Dimeka, en los que se reunen muchas otras tribus de los alrededores, como he dicho antes, principalmente los Karo y Dassanech. Dentro de su alimentación se incluye la sangre de toro. o vaca. Le pinchan en la arteria y extraen la sangre que mezclan con leche o se la beben directamente. antes de que coagule. Se calcula que hay una población hamer de  43.000 individuos, por lo que en una población tan numerosa como es la Etíope (102 millones), su peso político es muy limitado.









En la periferia de la plaza estaba el grupo más numeroso de mujeres. Había unas cuantas que vendían grandes fardos de forraje para el ganado, lo habían traído a su espalda desde largas distancias hasta llegar a Turmi.

Muchas mujeres hamer estaban con sus pequeños atendiendo puestos o deambulando por el mercado. Los niños pequeños pasaban el día con sus madres, ya que estas estaban a cargo de ellos y no tenían más remedio que vivir el mercado desde dentro.
Algunos iban a la espalda de su madre con canguros hechos de piel. Se los veía cómodos y alegres, acostumbrados a estar piel con piel.


Pasé una mañana bastante entretenido y se me hizo cortísimo el tiempo que estuve allí, como tres veces menos de lo real. La distracción y el espectáculo absoluto favorecieron esta distorsión del tiempo.
Todas las palabras no bastan para describir aquello. Sí bastan para describir como me sentía, pero no para lo que veía, lo que allí había.

En un lugar de la plaza parecían acumularse un mayor numero de mujeres hamer. Cientos de ellas sentadas hablando animadamente, con sus colores y escarificaciones, pieles, pulseras, collares, pelos arcillosos. Toda una poesía  de la vistosidad, belleza e inusual magia. Yo no había bebido nada, pero estaba emborrachado de belleza y asombro
Daba mil veces gracias por vivir aquello tan especial. Había dudado bastante de que la accesibilidad a las tribus fuera fácil llegando en bicicleta desde Addis Abeba sin agencia alguna. Así que después de mis primeros contactos tribales estaba increíblemente satisfecho. Sólo por vivir ese día en Turmi valía la pena todo el viaje. 

Todavía viviría otras magias en este viaje, pero la de hoy había sido especial y extraordinaria.







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