miércoles, 5 de septiembre de 2018

Jinka - Turmi 110 Km





Jinka . Turmi 110 Km
Jinka - Key Afer 56 Km
Key Afer - Dimeka 27 Km
Dimeka - Turmi 27 Km

Desde Jinka  a Key  Afer (56 Km) casi no me di tregua, todo a buen ritmo y mucho ánimo. Cuatro barritas energéticas fueron mi combustible. Notaba que mi forma física y mi eficiencia en el pedaleo aumentaban por días. Me estaba pasando como en mi viaje a Perú y Bolivia, que conformen pasaban los días estaba en mejor forma y podía hacer grandes tiradas cada vez más rápido y con menos cansancio.



Mi entrenamiento no había sido muy fuerte en España. Consistía en ir al trabajo y volver en bicicleta, algo que hago siempre. Unos 25 Km cada día. Eso sí, el ultimo mes con las alforjas a tope y con tres plomos mas de 2 kilos cada uno de los de bucear. Intentaba acostumbrarme a llevar un gran peso. 
Luego el fin de semana, normalmente el domingo, iba a algún pueblo y hacía alguna tirada entre 60 o 70 km. El sábado me gustaba seguir en contacto con la carrera continua. No era mucho lo que corría, unos 40 minutos, pero necesitaba correr. Me había pasado corriendo media vida, primero en pista y cross y luego en asfalto. Por lo que  necesitaba seguir corriendo algo.
Así que algo entrenado estaba, pero los primeros días, cuando acumulaba dos o tres jornadas seguidas de 80  a 100 km, notaba que no me recuperaba también. En cambio, ahora estaba bastante engrasado. Además tenía todo el día para realizar un trayecto. 
No es lo mismo hacer 100 km en una mañana en tu tierra, que tener todo el día para hacerlo parando cuando quisiera a descansar y comer. De hecho, cuando paraba algún tiempo mas de la cuenta, necesitaba seguir moviéndome.


Muchos días realizaba mis primeros 30 Km solo con un par de barritas energéticas del desayuno. Luego paraba a comer algo en cualquier pueblo y hacía otra tirada de 30 a 40 km según me encontrara. Paraba de nuevo para comer y descansar y todavía me quedaba muchísimo tiempo para los 30 o 40 Km que me quedaban.

Todo el día es mucho tiempo. Solo tenía que pedalear, descansar y comer, sin preocuparme de nada mas. La mente se acostumbra a esto increíblemente bien y encima todo lo que recorres es nuevo, diferente y atractivo, por lo que la motivación es bestial.









































Unas nubes bastante negras aparecieron en el horizonte cuando llegue a Key Afer. Allí había comprado algo de pan y fruta que fui comiendo por el camino entre trago y trago de agua. Pensaba parar en Key Afer una hora, pero esas benditas nubes me hicieron proseguir hasta Dimeka, unos 27 Km más. La temperatura bochornosa había bajado muchísimo con esas deliciosas nubes. Aun así, tenía miedo de que descargara a llover y se embarrizara todo con la dificultad añadida para avanzar. Además desde Key Afer a Turmi todo el camino era de tierra y anchísimo, de unos 10 metros. 


Cuando llegué a Dimeka llevaba 83 km y me quedaban 27 a Turmi. Iba bien de tiempo a pesar de haber comenzado mi viaje algo tarde. Así que  paré en Dimeka a zampar algo. Entré en un restaurante que había entre las calles arenosas de Dimeka. Pedí espaguetis pero no tenían y no quería otra injera. El dueño me dijo que un un kiosco de al lado vendían de todo. En efecto tenían   paquetes de espaguetis y pequeños tetrabrick de tomate. Loa compré y dije que me lo hicieron en el restaurante. Me comí el enorme plato de espagueti con gran hambre ya que notaba que necesitaba combustible. 
Allí en Dimeka vi las primeras mujeres Hamer vendiendo en puestos callejeros, estaban sentadas en el suelo con sus pelos arcillosos característicos. Luego me cansaría de verlas, pero en ese momento me parecieron de otro mundo. Era el aperitivo del gran mercado de Turmi.


Proseguí mi camino hacia Turmi ahora con el cielo prácticamente despejado, ya que las nubes iban hacia Key Afer y más al Norte.
Pensaba que el valle del Omo sería más seco, pero a los dos lados del camino solo había una inmensidad de arboles. Es verdad que el suelo era mas seco que en Arba MInch y el Parque de Nechisar donde era suelo selvático, pero no dejaba de ser un frondoso bosque verde.


Cada cierto tiempo  un cauce de un rió seco cruzaba el camino. Los cauces erosionados eran grandes y se podía apreciar que cuando llovía los ríos vendrían hasta arriba.
Cuando me quedaban pocos kilómetros divise dos figuras humanas  que salían del bosque y cruzaban el camino de derecha a izquierda. Llegué hasta ellos vi que eran un padre y su hijo. Por lo visto estaban tan sorprendidos como yo. Eran los primeros Hamer que me encontraba en plena naturaleza sin que hubiera ido expresamente a verlos. Y eran realmente increíbles en sus atuendos y cuerpos. El padre solo llevaba una falda rosada a rallas y unas sandalias hechas de neumáticos. Calzado que en toda África triunfa por su economía. También llevaba dos collares, uno rojo de muchas cuentas y otro verde. Varias pulseras cobrizas adornaban sus muñecas y brazos .
Estaba musculado y sin una gota de grasa. Por ultimo llevaba una especie de machete curvado descomunal que suelen utilizar en muchas faenas en el campo y tres pendientes de aro amarillo bastante grandes en cada oreja.

El niño llevaba una falda marrón y dos pulseras blancas, una en cada tobillo. Una serie de collares de diversos colores adornaban su cuello. Al contrario que su padre iba descalzo y tenía el pelo cortado a lo mohicano. 

Venían de recoger agua en una botella de plástico. Era agua turbia que suelen recoger de pequeños arroyos o cavando  en los cauces secos de los ríos, como otro día vería.  Yo con mi agua mineral embotellada y ellos con esa botella turbia. ¡Lo que es el agua aquí! 
Tienen épocas de grandes lluvias y épocas mas secas, donde conseguirla requiere desplazarse a veces bastante distancia.
Y digo que ellos también estaban sorprendidos. Allí llegaba yo resoplando y sudado como un búfalo en mi caballo metálico de grandes alforjas rojas. Era para ellos igual de pintoresco que ellos para mi. 
Hablamos por señas. Yo le contaba que tenía tres hijos en ingles ,  I have three children. They are three boys. One  big,  One medium and another small. Señalando con mi mano su altura respectiva. No se si me entendería algo pero el hombre prestaba atención.













































Nos hicimos alguna foto mientras esperaban con paciencia a que montara el trípode. No tenían prisa. 

Al final el me pidió mi camiseta de ciclismo pero eso precisamente no se lo podía dar. Ya que no llevaba apenas y eran fundamentales para mi, ya que transpiraban bastante y tenían una cremallera  en el pecho que podía abrir cuando estaba cocido.

Me dio algo de pena no poder darle mi maillot de manga corta, así que les dí una botella de zumo de mango que tenía. La cogieron con gran alegría, incluso el niño que no había sonreído esbozo una amplia sonrisa. 

Me despedí de ellos con un gran sabor de boca. Me parecieron muy ambles y majos.

Sabía que a 5 km de Turmi desviándose a la derecha otros 5 km, había poblados Hamer. Por lo tanto que no era extraño verlos por allí. De hecho al día siguiente iría a ver esa zona.

Cuando me quedaban apenas 4 km para legar a Turmi, me encontré con una pareja de hombres que estaban intentando arreglar la rueda de su moto. No tenían bomba así que les deje la mía. Pero esta era bastante pequeña. Aquí, todas los ciclistas  o motoristas que había visto iban con una bomba gigante. No había  bombas de viaje de esas pequeñas.
Tuvimos  que dar muchísimos impulsos a la bomba ya que su rueda admitía mucho aire. Después de turnarnos varias veces conseguimos hincharla. 

Más adelante volví a encontrarme con cuatro niños hamer, dos grandes y dos pequeñitos. Uno de los pequeños tenía  algo miedo cuando me acerqué a ellos. Seguramente parecería un ser extraño para ellos. 
Llevaban media calabaza que hacia de cuenco y un bidón amarillo para rellenarlo de agua. También andaban en busca de agua, como el padre y su hijo que había visto kilómetros atrás. 

Por fin pude llegar a Turmi. Turmi es un sitio especial que en realidad es poco más de un cruce de dos calles principales de arena. Pero  a pesar de su sencillez urbanística se respiraba algo distinto a cualquier población anterior que había visitado. Allí no eran mayoría absoluta los etíopes urbanitas. Había más hamer que en cualquier otra población y sus ritmo tribal estaba en el aire. Incluso había algunos Hamer urbanizados como luego averiguaría. También era un lugar especial porque era el punto de partida para ver los poblados de las tribus, Karo, Dasaneth o los propios Hamer. Aparte de tener el mercado más increíble que visto en mi vida: El de los Hamer. 









































Las casas en Turmi son de poca altura y están  justo en los margenes de las calles. La gente es bastante agradable en general y cuidan algo a los turistas. 
Hay también varias tiendas con bebidas y comestibles aparte de algunos bares.  
Como es costumbre en Etiopía y en bastantes países africanos, se podían ver a hombres cogidos de la mano mientras paseaban. Aquí es algo natural y es símbolo de respeto y amistad. En este caso eran dos hamer, por lo que esta costumbre llega hasta las tribus.

Me dispuse a mirar alojamientos mientras observaba de los muchos hamer que había. Después de ver algunas habitaciones no muy recomendables alguien me orientó hacia el Tourist hotel.
Fui para allá. El lugar tenía en su parte limitante con la calle  una gran verja de hierro.  Atravesé una puerta de hierro que daba lugar a una enorme  parcela que tenía una especie de comedor techado en medio.
Me atendió un muchacho que resulto muy majo y que al final resultó que era el jefe del negocio.  

Las habitaciones estaban en disposición de herradura mirando a la parcela y parecían una especie de chales con puertas. Me enseño la habitación y estaba extraordinariamente limpia y relativamente moderna, con un gran ventilador, mosquitera y una cama  de matrimonio de grandes y limpias sabanas blancas. Tenía también un lavabo y ducha impolutos. Sólo un problema, el inodoro era común a las mejores habitaciones, aunque en estas solo estaba yo de momento. Me pidió 200 Birr por día,unos 8 euros. Me pareció caro al no tener inodoro y conseguimos llegar a 150, 6 euros. No había estado en ninguna habitación sin inodoro en todo el viaje salvo los días de acampada, pero de lo que había visto en el propio Turmi era de lo mejor. Así que me quedé con ella aunque tuviera ese inconveniente.
La habitación era muy cómoda y grande. Luego descubrí que se comía bastante bien en este hotel. Por lo menos tenían un menú algo variado, algo fundamental para reponer fuerzas. Había otro hotel tipo Lodge entre 25 y 30 euros a 5 km de Turmi, pero yo quería estar en el propio Turmi por muchos motivos.

Quería vivir esta población desde cerca. Aparte de que al moverme en Bici, para cualquier compra en el propio Turmi hubiera tenido que realizar 10 Km entre la ida y la vuelta.








Ese día había cenado en las mesas a cielo abierto del Tourist hotel.  Pedí unos espagueti y una tortilla con verduras y por supuesto una cerveza bien fría-
Era el único huésped ese día en el hotel, aunque en las mesas había también una pareja.
Me atendió una chica hamer  que trabajaba de camarera. Ese día no lo sabía todavía, ya que vestía con pantalón vaquero y camiseta de algodón, aparte de no tener nada a simple vista de los  característicos distintivos  hamer

Cuando me acosté, no me costó dormirme. No había parado en todo el día.
Mientras me daba la agradable brisa del ventilador, pensaba en el día siguiente. Mañana sería lunes, por lo que era día de mercado Hamer en Turmi. ¡Todo un espectáculo de dimensiones ultrasensoriales!





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