domingo, 2 de septiembre de 2018

Los Mursi




A las 5: 30 de la mañana ya estaba preparado para ver a los Mursi. Esperé a mi guia en la entrada del hotel.
Todavía era de noche. Al poco rato llegó el guía y nos dirigimos a la estación de autobuses.
Tomamos el primer autobús que nos llevaría por el camino de tierra que  lleva a los Mursi, que es el camino que se adentraba el Parque Nacional Mago.


El autobús no había partido hasta que se llenó del todo ¡hasta arriba iba!.
En un momento determinado paró en la entrada del Parque. Aquí le di a mi guía 150 Birr por la entrada al parque. Es curioso porque si vas por tu cuenta nadie paga entrada, ya que la mayoría de los que van en el autobús se dirigen a trabajar a la Sugar Factory. Si lo hubiera sabido podría haber ido por mi cuenta y parar cuando llegara a la zona de los poblados Mursi, ya que al tener las coordenadas en mi GPS no tendría problemas de localización. De hecho tenía el GPS encendido e iba viendo como nos acercábamos a los diferentes poblados que había.

El guía estaba todo el rato mirando por la ventana para ver donde estaban los poblados. Llegado un momento, avisó al conductor y este paró.

Allí estábamos después de unos 100 Km de recorrido en medio de la nada. Se adivinaban unas chozas de paja y barro, estas estaban mimetizadas con el verdor de arbustos y arboles del Parque Nacional de Mago
El autobús siguió su camino y nosotros nos dirigimos a uno de los poblados Mursi. Allí en concreto había dos separados por apenas 150 metros.













































Hay que decir que los Mursi y Surma son muy parecidos y comparten costumbres como la Dunga, que es la batalla-festiva entre jóvenes provistos de unos largos cayados. Los guerreros que consiguen la victoria obtienen el derecho a escoger esposa y el respeto de los contrincantes. También las mujeres Mursi o Surma comparten la costumbre de lucir en sus labios y orejas platos de arcilla o madera. Esto hace que los hombres las vean más atractivas.

En la entrada del poblado apenas había movimiento, algunos adultos y varios niños en movimiento.
El guía se adelanto para hablar con el jefe y avisar de nuestra visita. Este ritual lo haría yo solo con alguna de las otras tribus sin necesidad de guía.  Otras veces me toco pagar al guía que ya estaba en el poblado, como me pasó con los Karo. Pero esto ya lo contaré.
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Cuando entramos en el poblado saludé al jefe. Su esposa y dos hijos pequeños estaban a su lado. Su mirada y porte parecían diferente a l de los demás. Incluso aquí se diferenciaban las clases. Al poco de estar allí fueron apareciendo mujeres y niños de sus chozas. Algunas de ellas ya tenían el plato típico entre sus labios. Era impresionante que unos labios humanos dieran tanto de si.
Los platos tenían dibujos pintados o simplemente grabados y eran muy bonitos. En sus cuerpos tenían escarificaciones formadas por diferentes cortes o quemaduras que se hacían como adornos corporales. Se complementaban con pieles y cornamentas de animales, aparte de aros metálicos. También usaban cuentas de caracoles alargados.

Los Mursi se dedican principalmente al pastoreo (ganado vacuno). También cultivan cereales como el sorgo y maíz aparte de recolectar  miel.
Su idioma es el Mursi y es bastante difícil de entender.
Como curiosidad los Mursi y Surma creen que todo esta vivo, incluso las cosas. Sería lo más parecido a la religión que tienen.












Una mujer bastante mayor se me acercó posando para mi con una gran cornamenta de vaca.
Cada vez que disparaba tenía que pagar 5 Birr, unos 20 céntimos de euro. Yo venía preparado con gran cantidad de billetes de 5 y algunos de 10. El guía facilito las cosas, ya que esos 5 Birr me daban derecho a tirar varias fotos a la misma persona. Lo mismo pasaba si eran 2 personas y había pagado 10 Birr. El guía decía que podía tirar unas cuantas fotos.

Cuando tocaba foto en grupo pagaba unas 25 birr para redondear, ya que el grupo era de 11 y hubieran sido 55 Birr. Como iba mentalizado para pagar ese dinero, no me importó mucho. Además en otros viajes he tenido que apalabrar el precio de algunas fotos. En otros eran gratis, aunque ese dinero no deja de ser una ayuda para esta gente.
Eso sí, si hubiera ido sin guía intermediario, seguramente por 500 o 1000 Birr a lo sumo, hubiera podido entrar en el poblado. En vez de los 7000 que pagué al guía. Pero una vez en el poblado el precio de las fotos hubieran podido ser por disparo y hubiera echado de menos la intervención del guía para disparar mas de una foto por cada 5 Birr. Aun así, venir aquí por tu cuenta es posible y sería mucho más barato.

Se supone que uno de los problemas que pueden tener en el futuro los Mursi y muchas tribus más, tienen que ver con la presa Gibe III. Se escuchan muchas voces en contra de esta presa.

La presa hidroeléctrica Gibe III es una presa de 243m de altura cerca de la población de Sodo y se supone de gran impacto ambiental en el Valle del Omo.  La presa, se inauguró en 2015, y a ralentizado el flujo del Omo y terminado con las inundaciones naturales bianuales que bañaban la tierra agrícola junto a la ribera del río y las tierras de pasto para el ganado, ya que el agua queda frenada en la presa. Además, ha disminuido la resistencia de la región a la sequía. Los ganaderos se han visto obligados a migrar a otros lugares para encontrar pastos adecuados y la agricultura local está atravesando tiempos difíciles.
La presa supone un desastre para los pueblos indígenas. Por lo menos 200.000 pastores y agricultores-pastores en la cuenca del río Omo verán sus vidas devastadas. Además, afectará a unos 300.000 kenianos que dependen del Lago Turkana, que el río Omo abastece y que utilizan como fuente de agua.
La supervivencia de unos 200.000 indígenas depende completamente del río Omo, afecta directamente a ocho etnias distintas: los mursi, bodi, kwegu, suri, aari, karo, nyangatom y dasanech. La agricultura juega un rol muy importante en su economía. Estas poblaciones se enfrentarían a grandes pérdidas económicas, hambre, enfermedades y muerte a escala regional.









La foto grupal resulto ser muy divertida, ya que les hice alguna sin mi y luego me incluí yo en el grupo.
Las ropas de las mujeres eran preciosas, casi todas con colores entre morados y rojizos a rallas, menos la mujer del jefe que llevaba telas verdes. Cestos en la cabeza y collares alrededor de las misma realzaban su figura.
Los niños pequeños iban desnudos a excepción de un collar que tenían puesto a modo de cinturón. Los pies de todos iban sin calzado alguno y estaban manchados de barro.

El jefe posó para mi con su mujer e hijos. En esta ocasión él se había puesto unos colmillos de algún animal encadenados a una encordaura de cuero y aros de metal que le quedaban espectaculares y él lo sabia. Así que aproveche para tomarle un primer plano. Este posaba con pericia de veterano.


Una mujer mayor se me acercó con un tocado muy especial. Llevaba una mezcla de plumas, pelos de cola de vaca o algo parecido, manzanas silvestres y calabacitas pequeñas, aparte de pequeñas partes metálicas. El resultado era precioso.

Iba descubriendo poco a poco que a las jóvenes les bastaba con su plato en los labios y belleza, mientras que las mujeres mayores necesitaban algo más y sabían aprovecharlo.

La mujer del jefe posó en solitario para mi con su hijo y la verdad es que parecían profesionales. El niño tenía la misma mirada y serenidad que su madre.

Un niño de unos 12 años presentó sus mejores galas, una tela a rayas entre rojiza y burdeos en su cabeza y cubriéndole el cuerpo también. Tenía un tocado de aros de hierro cuerda de cáñamo y cuero, a parte de dos colmillos de animal que podría ser de jabalí.  Era el mismo tocado que llevaba el jefe Mursi, pero esto no lo supe hasta llegar a casa y ver las fotos. También llevaba una gran correa de cuero y un collar de cuentas metálicas. Estaba espectacular.

Tenía que elegir a quien hacer fotos, ya que todos me reclamaban. Las mujeres me tocaban en el hombro o brazo para que les hiciera caso y era difícil elegir entre tanta belleza. Eso sí, cuando elegía les hacía ponerse en el lado que mejor incidía la luz, algo que a ellos les extrañaba pero que terminaban por asimilar.









Otra mujer mayor vino con un nuevo atuendo. Era curioso como las mujeres mayores no posaban con el plato y en cambio tenían las secuelas de haberlo usado mucho tiempo; Una super laxitud labial que colgaba de la boca y en alguna ocasión con el agujero del labio perforado viendose exjeradamente.
Esta mujer tenía simplemente el labio caído. Los ojos los tenía bastante cerrados y llorosos, como si estuviera enferma. No me negué ni una vez a hacer fotos a las personas mayores. Me daban pena de que pudieran necesitar ese dinero y que en otros tiempos de esplendor les resultara mas fácil ser fotografiadas y ahora no. Así que les tiré unas cuantas fotos. Aparte de que estaban espectaculares. Esta última llevaba muchas cuentas de caracoles alargados y alguna fruta que ya estaba deshidratada, pero que quedaba bien. Parecían minimanzanas.

Por lo general se guardaban los billetes enroscado y metido es sus preciosas pulseras que no me habían pasado por alto. Luego terminaría comprando alguna.
Algunos llevaban armas a modo de adornos; grandes escopetas que casi aseguraría no tenían ni una bala. Pero para ellos era todo un articulo decorativo y de supremacía. De hecho en todas las trubus los niños llevaban estas escopetas.
Aquí tres de ellos portaban dos fusiles y posaban escopeta en alto, preparados para la batalla. Incluso alguno llevaba el ceño fruncido y serio de la contienda.

Una mujer me toco la espalda por detrás y al volverme quedé sorprendido. Llevaba una cornamenta que parecía de Búfalo aunque no lo fuera. Estaba pintada a rayas con tramos rojos. La cornamenta parecía formar parte de su propia identidad y caía hacia los dos lados. Debajo de la cornamenta llevaba una tela de cuero que hacía de velo. Este último tenía flecos metálicos en sus extremos. Su labio sin plato tenía un enorme agujero y colgaba hacia abajo como un anillo. No dije a ninguna que se pusiera el plato, si se lo ponían bien, si no, yo hacía mi foto igual. De hecho cuando descubrieron que no me importaba que no tuvieran plato en los labios, muchas se acercaron sin él.
La mujer también tenía cogido un niño que miraba con estudiada serenidad hacia mi. ¡Lucían espectaculares los dos¡


























Algunas mujeres mayores o de mediana edad tenían una cicatriz en el labio inferior, como si se hubieran cosido el hueco deformado que dejaba el plato. Esto podría ser posible, pero también lo era que se quedara una cicatriz en el labio de las diferentes deformaciones. No lo sabría.

Otra escena preciosa era la de una mujer triturando grano para sacar la harina. Usaba para ello una piedra más pequeña que asía en sus manos y que frotaba contra otra enorme piedra plana de granito. A su espalda un pequeño enganchado y otro sentado a su vera. Todo ello en una piel de vaca extendida en el suelo para hacer la labor más cómoda.
Supongo que estas tareas las hacían a menudo pero no precisamente cuando llegaba el turista. Por lo que agradecí el esfuerzo de ver algo cotidiano y auténtico.

Una de las mujeres jóvenes que había fotografiado antes con plato en los labios, apareció de nuevo sin él, Dejaba ver un gran agujero en su labio inferior. Esta vez venía sin ropa en el torso, por lo que sus pechos estaban al desnudo. Algo que en muchas mujeres mayores era mas normal. Así que le tomé alguna foto con esa nueva indumentaria. 
Debajo de los pechos tenía tres filas de escarificaciones que embellecían su tripa.

Un niño pequeñito con los ojos llorosos se arrimó con su atuendo. Seguramente obligado, o a lo mejor le habían reñido por otra cosa. El caso es que el pobre estaba totalmente compungido. Llevaba unos collares de cuentas de colores recorriendo su cabeza desde arriba a la barbilla. También llevaba unas cuerdas de cáñamo. ¡Pobrecito!






















Me metí en una de la chozas  para verla. Me la mostraba una mujer y su hijo peque. Dentro tenían una becerrita blanca y pequeña. Cuando salimos fuera esta también salió y le daba besitos a la madre, o sea lametones.
La madre era una de las que había fotografiado antes con un gran plato en sus labios y había quedado estupenda. Ahora aparecía con su gran orificio labial y aun así esta muy guapa.

Hice a algunas fotos más por parejas y alguna otra con una madre que llevaba a su hijo dentro de sus telas dormido y que posó delante de un corral de vacas.

El dinero que ganaban los Mursi (según el guía) lo utilizaban en adquirir vacas, que al igual que para los masais en Kenia y Tanzania, era el índice que daba el verdadero nivel y estatus de riqueza a alguien de la tribu.
Al terminar de hacer fotos y ver el poblado, me dispuse a regatear el precio de una pulsera Mursi. Me costó bastante ya que eran duras de pelar en el regateo. Conseguí que me vendiera una mujer un par de pulseras  cobrizas de las cuatro que tenía en cada muñeca. Luego compraría más de otras tribus pero nuevas. Esas eran usadas y auténticas, incluso tenían algo de barro. Nos costó muchísimo sacarlas de su muñeca.

También regateé algunos platos de los que se ponían en los labios, pero se pusieron muy pesadas y testarudas, así que renuncié. Entre otras cosas porque todo lo que ocupara entre mis alforjas era de más.


Nos despedimos del jefe y los demás miembros de la tribu. Justo al salir del poblado nos encontramos con otro hombre Mursi que llevaba una manta verde a cuadros. Me dijo el guia que era un guerrero y que las heridas que tenía en la cara eran de una lucha reciente. Tenía unas cicatrices un poco secas pero no selladas del todo. Estas estaban en la frente y parte alta de la cabeza. Parecían heridas de palazos y sus ojos estaban rojos de derrames de la contienda. Su cara parecía un poema y daba algo de pena aunque lo llevaba con mucha dignidad.

El guía me dijo que si que quería ver al otro poblado por no recuerdo que dinero (algo como 1000 Birr =10 Euros) pero me pareció suficiente y además me había quedado sin dinero suelto para las fotos.

Salimos al camino de nuevo para retomar los 100 Km hasta Jinka. Pero no sabíamos a que hora llegaría el autobús, de hecho hubiera sido posible que acabara de pasar.
De todas formas, el guía en cuanto paso un coche lo paró. Era un todoterreno pick up de 6 asientos interiores. Allí nos metimos por lo que volvimos mas rápido que en autobús.
 Así que si uno va por su cuenta puede coger el autobús que va a la Sugar Factory y volver a dedo, A dedo puede ser gratis o pagando algo, pero es bastante fácil volver así.

Al volver al hotel eran las 11:20 de la mañana. Los del hotel me dijeron que me había pasado 20 minutos del Chet Out. Así que tenía que pagar otro día. supongo que me estaban esperando por lo de la noche anterior. Me negué en un principio y hasta ya me iba, pero se pusieron serios agarrando mis alforjas y no era cuestión de liarse a leches en un país donde no se sabe por donde saldrían. Además eran unos cuantos.
Al final pagué otros 150 Birr. Ya dije que desde el principio las cosas no iban bien con este hotel. No tuve ningún problema en otros, pero cafres hay en todos los lados.




Salí de Jinka  dirección a Key Afer, para luego llegar a Turmi, en total 110 Km.

Iba pedaleando en un momento donde el sol pegaba duro, pero iba feliz y entusiasmado por la visita a los Mursi.
Turmi me llevaría a Los Hamer, los Karo y los Dassanech.

Pero pensaba también con cierta tristeza en el incierto futuro de los Mursi:

Aparte del peligro de la presa Gibe III, hay peligros más a corto plazo que amenazan a los Mursi.
Los funcionarios del gobierno han hecho firmar a los Mursi renuncias sobre sus tierras sin ninguna compensación.
Soluciones Nativas para Refugiados de Conservación, dice que los documentos que los Mursi firman los convertirán en ocupantes ilegales en su propia tierra y que a los suri cruz, dizi, me’en y nyangatom, que también viven en el parque, les espera un destino similar. Después de que la African Parks Foundation se hiciera con el mando del Parque Nacional de Nechisar, expulsaron a los mursi y quemaron 463 casas el 25 de noviembre de 2005.
En julio de 2008 los Mursi declararon su territorio una zona comunitaria de conservación y comenzaron un proyecto comunitario de turismo. Según esto último sólo el turismo les puede salvar de un final de destierro. Por eso, a pesar de todo lo que significa de invasión el turismo en el Valle del Omo, es fundamental para mantener a estas tribus. Manteniendo el eco de su pueblo y sus costumbres.  



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